jueves, 27 de marzo de 2014

Los canallas

Tensa e inquietante película francesa, que mantiene la tirantez en condiciones óptimas durante todo el relato creando gran analogía para con el espectador; suave y delicada, fría y distante a la vez, penetrante en sus formas y atractiva en su devenir, exquisita delicadeza que se mueve a cámara lenta para explosionar en un final digno del título que lleva. Tristeza evocación de la venganza más pasional, turbio y sombrío proceder que oculta más de lo esperado, secretos familiares que matan al más puro de los corazones, exhibición pausada de un círculo de poder, delirio vengativo oculto y expuesto abruptamente a unos sensibles oídos huidizos de tanta maldad; todo ello aportando poca información, pocos diálogos y escenas muy concretas que te permiten estar tan perdido y seducido como nuestro protagonista y hacerte sus mismas preguntas, volverte tan loco y desesperado como él, afinidad encantadora que te persigue hasta el desenlace del relato. Justamente, esa forma de mostrar sólo retales, pequeñas piezas aisladas de una muestra que sólo es expuesta al final provoca la pérdida de muchos pasajeros interesados más en la visita turística, seguir los pasos de una guía pactada y concebida previo pago asegurado, interesados más en el adorno exterior, abultada fachada que entretiene sin contenido que expresa nada y quienes encontrarán difícil apreciar la lentitud y placer de recibir gota a gota, sin pausa ni premeditación comercial el contenido de un vaso cuyo deleite será gustosamente saboreado por el paladar. No es de las mejores piezas de precisión estética, falta profundidad en la motivación expuesta, más implicación teatral que aporte fuerza y rotundidad, pero la serenidad y fractura en el proceder de nuestro protagonista arrastra tu interés por el silencioso aullido de su frustrada desesperación; el estallido más evocador se realiza en medio de una agotadora pesadumbre que guía tus pasos hacia una maldita venganza incontrolada pero no tan obvia como fuera deseable; lírica inexpresiva que atrapa por su deseo incontrolable de vocabulario que exprese sus rabiosas emociones, de palabras que permitan conocer su oscuro y tormentoso interior. Melódicamente apreciable por la no-rapidez, innecesaria necesidad de saturar de información, en detalles nimios que deja a tu descubrimiento personal.





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