martes, 17 de junio de 2014

Habi, la extranjera

Donde fueres haz lo que vieres, lema que parece seguir toda la película, sin saltarse una coma. Complicado y poco motivante hablar de este personaje, una chica que realiza una parada repentina y voluntaria de camino a casa para representar un teatro, una actuación surrealista de alguien que no es, un jugar a repetir unos actos y gestos observados en los demás para introducirse en un mundo nuevo por el que se siente atraída y fascinada, un encanto y una seducción que en ningún momento se transmite al espectador el cual permanece estático y vacío, neutro e inerte intentando entender, apreciar o sentir algo más que un aburrimiento y cansancio en el comportamiento de esta joven; un anonadamiento y una somnolencia que van haciendo mella conforme avanza este circo de fondo religioso poco respetable y cuyo guión no tiene muy claro que hacer con su protagonista pues no sabe transmitir la agudeza y la adversidad de un mágico hallazgo que llene y cubra las necesidades de quien no sable quién es ni a dónde dirigirse. Presentación de las maravillas de la comunidad musulmana a los ojos perplejos de una chica perdida que copia una personalidad a falta de una propia pero que sólo transmite indiferencia y pasividad pues la supuesta búsqueda de si misma no parece más que el capricho de una cría que no quiere volver a casa para realizar sus tareas, un desprecio de la vida real para idealizar la adoptada o cualquier otra; un personaje que es una hoja en blanco, material todavía no moldeado con multitud de posibilidades, maleable plastilina para conformar lo que se quiera aunque..., lo menos deseable era un resultado tan nimio y de tal sosez, un guión tan poco interesante y apenas satisfactorio para representar la gracia e infortunio del proceso que lleva al personal descubrimiento de uno mismo de quien se halla perdida en el fondo de un armario con multitud de prendas a elegir y encandilada por todas ellas. La directora argentina María Florencia Álvarez realiza un trabajo poco agraciado, de poco contenido sabio que no motiva ni levanta pasiones, un interés o deseo que va disminuyendo conforme avanza un argumento que no sabe ganarse la sonrisa y la simpatía del público; lentitud y pereza poco gratificante que ni adorna la pantalla ni estimula la aguda visión del que desea emocionarse y vivir algo más que un molesto entumecimiento de los sentidos y una apagada sordera del alma. Lo mires como lo mires es poco cosa lo aportado por esta historia.




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