domingo, 15 de junio de 2014

Las dos caras de Enero

Por qué no me lo creo? Por qué nada de lo visto logra levantar mis pasiones, endulzar mi alma o despertarme de esta letanía sonámbula? Por qué ningún personaje consigue hacerme sentir nada? No me creo la desenfrenada locura, atracción irresistible que se supone despierta ella, no me creo la lucha de titanes de dos caballeros por conquistar la dama, no me creo la trama mediocre de estos estafadores, no me creo la endeble huida ni la fofa persecución, no me vale la resolución ni el desenlace..., creo que aún sigo hipnótica ante la pobreza de un argumento y la simpleza de un guión que parece realizado a partir de trozos exquisitos de otras muchas películas que alzarían su voz, si pudieran, para quejarse del despropósito inútil realizado con ellas. Porque todo suena, todo resulta familiar y, al mismo tiempo, todo aburre, todo te deja en la babia más absoluta, indiferencia cargante que proviene de una frustración no culpable ante el soso y nimio trabajo realizado por un director novato, Hossein Amini, cuyo filme se vende presumiendo de "El topo", "El talento de Mr. Ripley" y "Drive" -productor, escritor, guionista- hace tiempo ya pasado y que de poca o nada ayuda ha resultado ser para esta ocasión. Una cálida fotografía y unos bellos exteriores a los que apenas se les saca rendimiento o son mínimamente aprovechados más allá de un efímero adorno de un cuadro sin sustancia que no suscita deseo ni entusiasmo -arrebato cero-, que no mueve corazones y no elimina una quietud dañina símbolo de la ausencia de amor, ardor, intriga y emoción prometidos en el folleto de su presentación; no confundamos la elegancia de la visión, la sutileza del arte en los movimientos con una falta total de inercia motivante hacia el espectador pues desespera ver el esfuerzo de Viggo Mortensen en cumplir notablemente con su papel ante una mujer -Kirsten Dunst- de deseo y lujuria ausentes, sensualidad escasa y un rival, gallo de pelea -Oscar Isaac- tan poco combativo y con tan poco glamour y elegancia en su seducción y lucimiento. Un trío amoroso nulo en despertar atractivo, fascinación o interesante recelo y malicia como base de un conjunto que se observa sin padecimientos ni complacencia ni alteraciones emocionales, neutralidad no apetecible para ninguna de las partes que no compensa ni arregla el desatino encontrado.




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