jueves, 14 de agosto de 2014

Adicto (Puncture)

Dos jóvenes abogados, amigos de la universidad que todavía creen en la justicia y en el espíritu vencedor de aquellos que poseen la razón, uno más práctico y realista otro más enérgico y vitalista -en honor a quien se dedica y realiza el filme-, un inocente y un caso de injusticia moral, económica, de conciencia propia y de abuso de los más poderosos, el suculento David contra Goliat que envuelve todas las producciones cinematográficas que tratan sobre la ley y el conflicto de intereses de sus representantes legales y de los clientes en nombre de los cuales actúan.
Todo un cliché que no sorprende, una sucesión de pasos previstos, de juego de actos predecibles y de resolución sobradamente anticipada, suciedad, bruticia de los de arriba, de los que mandan que repercute en el ciudadano de a pie, en su salud y bienestar, en el trabajador que intenta sobrevivir, intimidación física, tentación económica, investigación espeluznante, frialdad en las negociaciones, resistencia heroica..., todo ello envuelto en papel de regalo de vidas humanas que dependen de como se solucione el conflicto.
¿Cuál es la novedad? Michael David Weiss, abogado/genio/tonto/hijo/hermano/visionario/playboy/loco/drogadicto/amigo, un respetado e impecable Chris Evans dando vida a un personaje que se sale de la norma habitual para este tipo de casos, un abogado peculiar y atípico con una vida catastrófica y feroz de comportamiento caótico y atropellado que malvive apenas para respirar y seguir de pie, con principios puros y dignos pero con una desastrosa y débil fuerza de voluntad y un gusto pésimo por infligir dolor y daño a su persona.
"A veces, la luz más brillante procede de los lugares más oscuros", emblema que se repite a lo largo de este relato falto de ritmo, pasión, intensidad y argumento, correcto y complaciente, adecuado y entretenido pero lejos de infundir adrenalina, locura, vértigo y tensión en el espectador, una "Erin Brockovich" de las jeringuillas auto desechables y del suministro utilitario de uso cotidiano en hospitales aunque sin su carisma ni encanto pero que, con todo, mantiene bien el tipo con un pulso estable sin sobresaltos ni novedades pero tampoco cansancio o aburrimiento perceptible.
Su visionado es sencillo, ligero, rápido y cómodo con la única expectación de qué barbaridad o estupidez hará a continuación el estrambótico y perdido héroe que protagoniza esta película.



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