sábado, 30 de agosto de 2014

El congreso

Como mínimo tienes que admitir que es diferente, original, sorprendente, novedosa, ingeniosa, atrevida..., ahora, decir que te va a gustar o a saciar todas tus expectativas es un riesgo osado que prefiero no aventurar pues tu predilección o rechazo por la misma dependen de una delgada y fina línea difícil de situar.
Dos partes, la anterior y posterior al congreso futurista, la rodada con personajes reales y la ofrecida en versión animada, la protagonizada por una sensacional, cautivante, seductora Robin Wright Penn que expone toda su belleza física, toda su delicada imagen y sensibilidad artística sin contemplación ni protección alguna, sin reservas ni complejos, admirable muestra de valor, cofianza, arte y un excelente saber hacer y su homóloga en dibujo que impresiona y atrae en un principio pero que acaba perdiendo su efecto llamativo.
Sin duda alguna, esa primera escala te va a encantar y admirar, la crueldad y ferocidad de su habla expositiva, la castigada crítica al proceder del business del Séptimo Arte y su atrocidad para con actores desesperados que venden su imagen, que anulan su libertad de elección sobre lo que representan convirtiéndose en títeres sin poder de sublevación o queja, la dolorosa y escalofriante previsión de esta hermosa industria del entretenimiento hacia la frialdad y la pérdida de su alma te va a impregnar y emocionar, te asombrará con fuerza inusitada y te eclipsará por su explosiva honestidad, sincera amargura e impactante reflejo de su interior más desagradable e impúdico, afirmación que se realiza con la misma claridad y evidencia del sabor gustoso y placentero que dejará en ti.
Lo que viene a continuación ya es cosa diferente pues entramos en el mundo de la digitalización, de la animación por códigos y chips que, en un primer instante, impresiona y alienta tu espíritu más rebelde, satisface tu curiosidad más despierta y complace temporalmente pues su discurso moral, lección ética sobre los límites de la diversión y el poder y de cómo ésta se exhibe y se cuida son de lectura satisfactoria y grata seguida hasta..., que pierde su estela y se convierte en una especie de cárcel opresiva, un matrix de dibujos animados donde elegir entre una realidad de dolor, pesadumbre y vacío al escoger la corporalidad y la presencia física de tu andar o el autoengaño voluntario, fantasía imaginativa de un mundo diseñado donde el placer, la felicidad y sonrisa eterna están garantizados a través de la absorción de la nueva, revulsiva y mágica ampolla que te permite decidir quién eres, qué quieres vivir y qué magistral existencia de película quieres protagonizar, un planteamiento exquisito y loable si no fuera porque te aturde y desorienta, abandonas desconcertado ante la confusión abusiva y complejidad liante de su exposición.
En cuanto a imagen, diseño, estética es un portento visual, un giro sensacional que deslumbra y tienta, singular toque que convierte a este filme en algo exclusivo y único de lo visto últimamente pero su mejor don y habilidad se convierte en su mayor queja y lamento al perderse dentro de su propio ego, al sobreexplotar su ansia de más, al indigestar al espectador por no encontrar su límite y por no controlar la masiva cantidad de abundancia en contra de la pérdida evidente de calidad, en los últimos 45 minutos pierde su razón de ser, su maravillosa absorción e identidad y se convierte en un producto mareante por olvidar su frescura, genialidad y viveza con la que inició esta arriesgada aventura y saturar al espectador con imágenes que ya no controlas ni tienen sentido ni sabes por dónde van, torpeza que se corrige en su místico final siempre que sepas captar su mensaje porque sino quedarás despistado para siempre en el país de nunca jamás pues no entender sus últimos virajes y su escogido final existencial es quedarte en el limbo con la eterna pregunta..., ¿qué acabo de ver?, y cuya respuesta sin descanso ni tregua entorpecerá y anulará el posible digno recuerdo de este relato diferente, original, sorprendente, novedoso, ingenioso, atrevido..., del cual decir que te va a gustar o saciar todas tus expectativas es un riesgo osado que prefiero no aventurar pues tu predilección o rechazo por la misma dependen de una delgada y fina línea difícil de situar.
Ojalá la percepción de dicha frontera este situada con destreza para disfrute, complacencia y placer de tu persona.



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