martes, 19 de agosto de 2014

La hora cero

Ésta no es una película gringa, ni para lo bueno ni para lo malo, lo cual se percibe desde el minuto uno de cortometraje hasta la hora cero de descuento.
Porque es curioso, sorprendente y de calado perplejo el efecto que produce la evolución de esta historia con una principio acelerado y frenético de atropello constante sin tiempo para respirar y de una complicada  tarea el intentar captar toda su profundidad, toda su intensidad caótica y mareante conducción para pasar, tras esa primera media hora, a una calma neurótica, tensión no explotada de forma contundente que parece estancar la situación y donde más añoranza se siente en la ausencia de sabiduría argumental, de riqueza en los diálogos, de eficaz explotación de todos los frentes abiertos y de una acción y adrenalina dirigidas con maestría e inteligencia para seguir aumentando el interés y la atención del público y, como colofón que por fin cubre las ausencias anteriores y compensa esa duda en la elección de este relato, la expectación del por qué de cada uno, la revelación de quién es quién y el lugar que corresponde a cada persona participante en este tinglado que reparte alegría y tristeza, tortas y abrazos, muerte y vida a tutiplén para quien se ponga por delante habiendo quien, incluso, repite en su dosis administrada.
"Porque la gente, incluso después de ver, prefiere seguir creyendo en la mentira..., porque ¿quién no está manchado de sangre?"
Con la importancia sublime que decora y personaliza el filme del lenguaje callejero, del sentir venezolano, de la vertiginosa realidad social, del vivir para subsistir, de no haber inocentes sin culpa ni culpables sin inocencia tu pose y actitud irán modelándose poco a poco desde el caos y subidón inicial a la falta de claridad y arte en indagar en todos los personajes según el papel que juegan, del cambio de identidad para provecho propio a la hora cero que a todos nos llega y donde ya nada tiene remedio.
Suspense, trama y acción, moralidad, justicia y mentiras, pena, tristeza y compasión, una película que no penetra con la profundidad que debería en todo lo que ofrece pero que absorbe tu razón con perspicacia e incredulidad, que envuelve tus sentidos con eficiencia evolutiva y que atrapa, engancha y merece tu aprobación plena conforme rueda y avanza en su locución.
Un meritorio reconocimiento final a un penetrante trabajo de exposición veraz, ruda y angustiosa que juega con todos los medios de los que dispone con seca crueldad, fervor ardiente y un violento masacre emocional que cuenta con buenos intérpretes y con un destino de corona de laureles ganado a pulso y tesón.
No te arrepentirás de verla, estarás contento de su elección, agradecido de haber realizado su visionado hasta el final y satisfecho de ver como se logra un intenso, potente e impactante trabajo sin la firma de Don Dinero ni el objetivo publicista y comercial.
Un respetado, digno y expectante conjunto que agrada, motiva y gusta.



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