domingo, 3 de agosto de 2014

Hawaii

Una canción de Jarabe de Palo reza "...,cuando uno quiere beber y el agua no está cerca, cuando uno tiene sed y el agua no está cerca, serio problema...", pero qué pasa si el agua está cerca, al alcance de tu mano, ¿por qué no beber?
Entre la primera frase y la segunda pasan 15 minutos lo cual da una idea de cómo va a discurrir la historia, ese larga/frustrante/deliciosa espera, tango hermoso de compás medido y armonía perfecta para saborear ese exquisito y anhelado H2O que sacie tus sedientos deseos y complazca a tu alma dubitativa.
Como un privilegiado e ilustre ignorante observas con cuidado y devoción el irresistible caminar, lento y pausado, de esta súbita pareja que expresan con cálidas/penetrantes miradas lo que no dicen con palabras, una ardiente y callada evolución desde el prevenido interrogante de todo nuevo inicio, al seguido y curioso interés personal y análisis físico cuya respuesta desemboca en la pérdida de las mentiras y en una apertura a la verdad sincera que nada oculta para finalizar en un miedo escénico, pánico protector que ansía ese contacto carnal, manifestación plena de todas las maravillosas y explosivas emociones que comen y devoran un interior desgarrado de amor y que desespera ante la nulidad de su voluntad y la parálisis de su miedo.
La interpretación de ambos actores es de tal desnudez, de tal perceptiva calidez tierna y magnífica que es imposible esquivar sus efectos, su bello lenguaje no dicho y su suave provocador movimiento.
Planos cortos y fijos, directos al objetivo querido que analizan cada silencio y espera con melancolía, seducción y asfixiante descanso y que enfocan con tensa paciencia y sutil delicadeza un escondido mensaje, un abrupto y atractivo secuestro de los desesperados y retenidos sentimientos que mueren por salir a la luz, gritar al viento su bella composición y encontrar, definitivamente, su acomodo en el cuerpo del otro.
Historia ideal para mirones sin complejo, estudiosos de la observación, investigadores de la quietud, analizadores del verbo no pronunciado, todo un sublime catalizador de lo no expresado, de lo nunca comunicado que encuentra necesarias vías alternativas para andar y consolar a su afligido e inquieto corazón.
¡Soy el rey del mundo! vociferó en callado silencio en la soledad de su trono.
Majestad, permitirme abrir las puertas de palacio y conduciros al espléndido mundo de la comunicación innecesaria, del deseo satisfecho y del amor correspondido, a la alegría inmensa y el profundo suspiro de saberse amado, al olvido de penurias y miedos y al disfrute del placer sabroso y suculento de todas las incontrolables endorfinas que nuestro cuerpo exhuma cual animal liberado de su cárcel opresiva.
Bella por la intimidad que insinúa,  exquisita por su calmado caminar, por olvidar unas prisas inoportunas que estropean y rompen el hermoso encuentro de lo deseado y por optar por la fascinación del tiempo que no transcurre y del espacio que no avanza para descubrir con deliciosa incredulidad que has llegado a ansiada meta con la recompensa de la felicidad completa.



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