sábado, 23 de agosto de 2014

La religiosa

"Cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad y convertirse en la peor de tus pesadillas"
Cruel, atroz, pura barbarie, encerrada en vida en la peor de las cárceles, el fanatismo, fervor religioso expuesto sin pudor ni miramientos, el pago costoso y agónico de la desobediencia y la rebeldía, un desesperado "¡quiero salir de aquí, dejadme salir!" que hiela la sangre y asquea el alma.
Aterradora, brutal, desagradable, la horrible y ardua supervivencia al infierno obligado de un hábito que ahoga y devora lentamente, la pureza de la maldad y la violencia más escalofriante encerrada y escondida entre las rígidas y espeluznantes paredes de un convento terrorífico que practica el lento asesinato de toda inocencia y pueril existencia.
Una época, una vida, un destino forzado, el inicio de una carrera feroz y humillante por la dignidad y el respeto, por la libertad de decidir, una lucha asfixiante que exacerba a tu impactada sensibilidad, que hiere tu escandalizada ternura y repugna a tu atónito corazón.
Su visionado implica atravesar un mar de emociones desde la curiosidad inicial, conmoción de una vocación impuesta a la frialdad y sequedad de las formas, la austeridad de su día a día, una convivencia extenuante y opresiva para pasar a un estado de guerra, animal apresado sin vehemencia ni contemplación que despierta tu incredulidad, sobresalta tu tristeza y enmudece tu perplejidad, de ahí a una parada de compasión, paraíso ficticio que oculta un nuevo demonio más sutil y delicado pero tan mortal y peligroso como el que más y, por fin, la resolutiva paz, descanso tan añorado y deseado.
Su narración es lineal, lisa y plana a pesar de la nube de sentimientos que implica, incómodo espectáculo de vejaciones, poder y maltrato que inicia su andadura con fuerza, potencia y carisma, aliento de descubrir qué, cómo que continúa con dosis y dosis de malicia y resignación para llegar a un estado de hipnosis inquietante que ya no altera tu ser por estar abrumada ante tanto dolor y castigo, desde la atención y el interés de no apartar la vista ni cerrar los ojos a un saturación involuntaria de resolver la injusticia y acabar con el martirio, de un despegue impactante y anonadado a una leve y superficial ausencia, tibia indiferencia ante el despliegue continuo e incesante de pena, lloro y amargura.
El drama que al principio atrae, provoca y sugestiona desemboca en un giro al exceso que aplaca tu motivación y adormece tu frescura perceptiva pues ese suspiro y alivio buscado tarda mucho en confirmarse.



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