domingo, 10 de agosto de 2014

Secuestro (A hijacking)

Veracidad, verosimilitud, tensión silenciosa, desesperación angustiosa..., Tobias Lindholm, en su marcado y característico estilo propio, vuelve a conseguir -ya lo hizo en la fantástica "La caza"- una combinación de elementos explosiva e inquietante, toda una bomba de relojería manejada con sumo cuidado y mucho arte que a fuego lento, ritmo pausado y sin excesivo ruido crea una expectación ambiental amarga y dolorosa, la ruindad de no tener el poder o control sobre tu persona, de una horrible y terrorífica dependencia terrorista cuya duda resolutiva te corroe por dentro y abrasa tu sensibilidad más tierna y sentida por su crueldad.
Un contexto frío y espeluznante, muy bien definido por sus tres partes -agresor, víctima, negociador- con una percepción caótica muy conseguida gracias al uso alternativo de los tres lenguajes que se manejan y la vivencia extrema, hipnótica y feroz de sobrevivir al secuestro de piratas marinos y resistir a las interminables negociaciones para el pago de su rescate y posterior liberación.
Cuentas con escasa información, un cuentagotas desquiciante de perturbadora ansiedad, un mínimo conocimiento de la situación que aporta incertidumbre, duda y miedo y que logra que te integres y vivas el fabuloso y preocupado papel agónico del jefe danés -una magnífica interpretación de Soren Malling que corta la respiración, congela tu alma y martillea sin piedad o compasión-, una potente carga emocional contenida y unas conversaciones eternas y dilatadas en el tiempo de forma exasperante para llegar a buen puerto con todos a salvo que resultan cortantes, frustrantes y que desquician y nublan tu buen juicio, hieren amargamente tu introvertido y apagado silencio antítesis del ardor, desasosiego y fervor que te carcome por dentro.
Aquí no encontrarás el comercial y vendible "Capitán Phillips" ni a un Tom Hanks que atraiga al público ni acción o adrenalina que llene tu vista, vas a descubrir un conjunto espléndido, muy esmerado y de gran precisión, una labor perfeccionista de magníficas interpretaciones -fabulosa la vivaz e impactante actuación de Johan Phillip Asbaek como cocinero indefenso y aniquilado, vacío de toda su esencia y persona- que va haciendo su camino con silencios atronadores y un andar agotador por su arduo y quebrado avance que de forma gradual, con una áspera y ruda captación y una seria exposición de enfriamiento y devastador efecto hace mella con quietud imperceptible e indolencia sutil y va consumiendo y desgastando todo tu interior como una inocente víctima más, un escalofriante horror, mudo sentir de efecto lento pero profundo, demoníaco picante que apenas percibes pero captas en la incómoda y molesta digestión.
Su tranquilidad pasmosa, su frialdad robótica y su proceder automático de gestos y pasos calculados es lo que más impacta, hiere y asombra dada la relevancia y magnitud de lo que está en juego: siete vidas humanas que pueden dejar de existir si te equivocas en tu decisión.
Singular, exclusiva y de hondo calado, verídico testimonio del proceder en estas situaciones.



No hay comentarios: