martes, 5 de agosto de 2014

Viajo sola

Un símil, paralelismo sobre la vida en formato de guía turística de hoteles de cinco estrellas soso, inerte y en exceso insignificante.
Porque una cosa es la sencillez y simpleza que invitan a obviar el escaso decorado y centrarse en el a menudo profundo contenido; otra cosa es ser simple, llano, inerte e inapetente y únicamente invitar a tener dinero para poder permitirse el deseo y lujo de visitar dichos hoteles y lugares.
Viajo sola es el recorrido personal que elige nuestra protagonista, la soledad e independencia como elección principal de muchas variadas alternativas donde su espacio propio y disfrute de sus prioridades son el motor de arranque, billete de salida que activa ese avión que te mueve alrededor del mundo.
Una mala época, hechos imprevistos, la duda incómoda y confusión angustiosa de sentirse una extraña entre sus seres queridos y familiar entre desconocidos empleados de hotel le llevan a replantear toda su estructura, a cuestionar sus decisiones, a negar y rechazar su ya formada realidad.
Todo ello realizado con adecuada corrección pero nula adrenalina, correcta neutralidad de efecto mustio, nimio y espontaneidad cero que invita a dejar de mirar la pantalla e ir a comprar una guía turística en formato de papel, a obviar su línea continua de efecto dormido y desdén indiferente y planear con la pareja el destino de las próximas vacaciones.
El atractivo planteamiento sobre la incógnita de la existencia de la cual se disfruta a edad madura, lugares de ensueño y fantasía, interpretaciones serenas y dignas, loable y respetada presentación de sus dos mundos paralelos, combinación pulcra y excelente del trabajo y la vida personal, del silencio escogido y del ruido obligado, de la ordenada rutina fructífera y del neurótico caos imprevisto realizado con poco nervio, escasa garra y seducción ausente.
Porque el personaje no transmite interés ni sustancia ni deseo, sólo un escaparate de visión inalterable que aprueba por la distribución apropiada de todos sus elementos pero que cuenta con poca gracia, nulo encanto y una evidente planicie sin dibujo, altibajos o virajes que te puedan distraer o alegrar su monótona proyección.
No es buena ni mala ni progresa adecuadamente ni se estanca en una inmovilidad perenne, simplemente hay ausencia, ausencia de emociones y parálisis de sentimientos de un espectador que ve pero no siente, que observa pero no vive, que mira el transcurrir de los minutos hasta llegar a una resolución obvia, clara y nada excitante.
Furtivo estilo y robada ocurrencia que anulan cualquier posible afirmación sobre su grata complacencia, decorosa presencia y gustoso trato.
Olvido nunca olvidó su objetivo; Maria Sole Tognazzi nunca encontró el momento adecuado para recordarlo.
Hizo bien sus deberes pero nada salió como se tenía previsto, no para un público ávido y ansioso de mucho más.
Es mejor pasarse de largo que quedarse corto de alcance; lo primero tiene arreglo, lo segundo no.



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