jueves, 6 de noviembre de 2014

As I lay dying

"Mientras agonizo", una novela de Wiiliam Faulkner de 1930 donde se relata la historia de la familia Bundren: Addie Bundren, madre, mientras agoniza ha pedido que la entierren con los suyos en el cementerio de Jefferson, la ciudad donde nació. La familia se dispone a cumplir sus últimas voluntades en un viaje fúnebre y tétrico por el mítico territorio sureño que trae consigo la locura de Darl -uno de sus hijos-, las ansias de Vardaman -el menor- por un tren de juguete, el accidente de Cash -el mayor- por la destrucción del puente, la pérdida de las mulas, el anhelo por parte de Anse -el marido- de conseguir una dentadura postiza, Dewey Dell -la hija- que quiere obtener un medicamento para su guardado secreto y el hedor de un cadáver que arrastra consigo muchas auras a causa de su descomposición.
Un viaje de carácter bíblico y épico, un tosco primitivismo que muestra el atraso económico y social que tuerce las mentes de gente sometida a un tipo de vida bronco, selvático y extremo, a un acatamiento servil de una existencia que no permite cuestionar el rumbo, las normas de vida y una religiosidad imperante y arrolladora que deforma y hiere la conducta real de los hombres y de una sociedad de desamparo, dolor y degradación.  
La película es una adaptación fiel, estricta y concisa del libro, una técnica muy depurada y conseguida que combina la pantalla única con la doble, la ralentización de los movimientos y los monólogos directos a cámara de forma muy trabajada intentando recrear el espíritu árido y desolador, existencial y de decadencia que recorre toda la obra
Magníficas interpretaciones que en versión original aportan la exquisitez de un lenguaje cerrado, obtuso y rudo, deficiente y pobre propio de unas gentes apartadas de la educación, criadas en la dureza y salvajismo de la tierra y con claras y evidentes limitaciones en su desarrollo, con una fotografía, ambientación y puesta en escena muy lograda, un esmerado conjunto para la dirección, guión e interpretación -aquí cojea un poco- de James Franco en una adaptación complicada que resuelve con talento y dedicación.
Hasta aquí la parte descriptiva del filme y su valoración positiva en cuanto a esfuerzo, resultado y método, otra cosa es el sentimiento por parte del espectador y sus percepciones ante la historia si no se sabe nada de ella ni se ha oído hablar del mencionado libro.
Hablamos de una historia dura, agónica y pesada, de personajes ásperos y desagradables, difíciles de entender y apreciar, un agotamiento de visión que puede con el espíritu más emprendedor hasta convertirlo en cansancio, un continuo no parar de emociones asfixiantes, complejas, de poca satisfacción, arduas de llevar y soportar que, ya no es que no sea apta para todos los públicos, es que es para un grupo muy reducido de espectadores que sepan valorar y sobrellevar un relato que para la mayoría es una muralla fatigosa de escalar aunque, la lectura en palabra escrita tampoco sería una cómoda digestión de sabor relajado y placentero para los mismos.
Elígela con cuidado consciente de lo que vas a ver y de lo que te vas a encontrar sino el fiasco, encontronazo, pesadumbre y desasosiego son cartas seguras que te harán abandonar su visión; si tu percepción es de muermo y coñazo piensa si estos adjetivos proceden de cómo está realizada la película o si lo insoportable es el relato que narra, carne directa del escrito mencionado cuyo probable suplicio es llevada a la pantalla de forma muy aceptable y digna, otra cosa es que te guste lo que cuenta.
Al César lo que es del César y a cada cual lo suyo.



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