jueves, 27 de noviembre de 2014

Un golpe brillante

En su momento, concretamente finales de los 50/principios de los 60, Rock Hudson y Doris Day protagonizaron tres películas donde la chispa, afinidad y encanto de la pareja les llevó a ser nominados como representantes de la comedia romántica por excelencia; en esta ocasión, Emma Thompson y Pierce Brosman, rezuman dichas propiedades a simple vista, desprenden gracia, salero y una conexión y empatía muy sugerente y confortable de cara al público sólo que, se quedan lejos de alcanzar la nominación de los ilustres mencionados por una argumento débil e insustancial de guión infantil que sólo demanda de ellos escenas bobas de atropello banal, muchas tonterías, nimiedades, una tras otra, donde se pierde la oportunidad de explotar lo que esta deliciosa pareja avenida podría llegar a ofrecer.
Está bien, como actor/actriz, escoger un relato para relajarse, divertirse y reírse de uno mismo, especialmente cuando tu seguridad personal como intérprete de sobrada carrera conocida te lo permite, está bien ese desahogo que se obtiene de una comedia ligera, sencilla, breve, predecible, sin complicaciones ni sorpresas, simpática en la que puedes relajarte ante su simpleza, explayarte a lo grande ante su gesticulación exagerada, divertirte moderadamente y disfrutar con suavidad de las correrías absurdas medio entretenidas de este dúo protagonista, perdonar con amabilidad la escasez que ofrece su historia y pasar por alto evidencias y carencias obvias que tratándose de otros actores no dudarías en manifestar con queja razonable sólo que, ya puestos, un poco más de dedicación, trabajo y consistencia correlativa en la base del texto que mueve toda esta charlotada hubiera permitido encontrar una delicia, sorpresa de tesoro por las posibilidades que desprenden ambos en su unión inesperada.
Jim Carrey y Téa Leoni ya repitieron el mismo argumento, ahora expuesto desde la tierna y achacosa jubilación de dos encantadores divorciados de cuerpos doloridos, Pierce haciendo adulación de su porte elegante, Emma con libertad total para todas las excentricidades de las que siempre hace gala, reforzados por unos secundarios de larga experiencia que animan la fiesta al compás de las locuras permitidas a los cabecillas, una fotografía de venta turística sobre la belleza de la tierra del amor y ambientada con música bailable de marcha acelerada para amenizar tan querido despropósito.
Que sí, es bonita, alegre, válida como esparcimiento sencillo sin grandes pretensiones pero, deja un pequeño sabor amargo de lo que pudo haber sido y lo poco con lo que se conformaron, añoranza de perder la oportunidad de sacar todo el jugo posible de la interactuación de estos geniales veteranos; se han limitado a jugar a saltar en un charco cuando tenían a su disposición poder haber nadado en el mar entero, quedarse en un tentempié que mata el hambre pero que no sacia lo que una suculenta comida al alcance posible consigue, refrescarse en la ducha del hotel de vacaciones en lugar de ir de vacaciones y dejarse empapar por el frescor que desprenden las maravillosas vistas de las cataratas del Niágara y ese rocío espléndido que inmuta y te deja sin palabras aunque, al final, todo depende de la compañía y, aquí, la compañía es grata, por eso se les disculpa.
Jugar a la Oca, tiro porque me toca y haber qué sale y por dónde divago, está bien pero...., sabe a poco.



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