sábado, 8 de noviembre de 2014

Hateship, Loveship

¿Qué quieres?..., ya tengo lo que quiero"
Siéntate, abre los ojos y prepárate para sufrir, padecer, lamentar, emocionarte, desesperarte, dejarte cautivar, querer, fascinar y atrapar por una historia sencilla pero extraña, de complicado andar y peor entendimiento a pesar de su simpleza y esterilidad, sacada de un relato de Alice Munro  que resulta fantástica, atractiva, desconcertante y sobrecogedora por su frágil, atípico, desconcertante, inestable, delicado y frustrante personaje principal, una incógnita apasionante de pura bondad sin gota de maldad o rencor, tronco perenne erguido contra viento y marea que soporta en silencio los azotes de aquellos que quieren dañarla, caracol frágil de caparazón fuerte que con lentitud, paciencia y coraje no desfallece ni abandona y llega, sin quererlo ni pretenderlo, a destino querido, saco de boxeo que no devuelve los golpes, descorazonador espíritu valiente y sensible de grandes carencias emocionales que vive de ensoñaciones peligrosas de contenido vacío, fantasías que causan desasosiego, sufrimiento, desesperación en el espectador que la sigue, que la vive y quiere avisarla, protegerla, darle ese intenso abrazo cálido que un corazón tan virgen, puro y tenaz se merece.
Una familia desestructurada a la que cuidar y un incitado malentendido como base para maravillarse de la timidez y honradez hecha persona, una magnífica Kristen Wiig que demuestra con arte y excelencia sus dones para el drama sentido en silencio, con apenas un hilo de voz tenue y mortecino que calla y otorga, que no hace ruido por no molestar, una confusa e inestable cordura que camina a tropiezos accidentales en un cuerpo de gran aguante y un rostro de expresión hermética que habla abiertamente sin necesidad de palabras del dolor, la humillación y la constante desilusión sufrida y que limpia, limpia y limpia hasta quedarse sin fuerzas como terapia protectora de aislamiento y control necesario. 
Un Guy Pearce como compañero de reparto, antítesis emocional y humana de la víctima triunfadora que componen una historia impactante y desoladora, sorprendente y sugestiva por la que no podrás pasar indiferente, a la que no podrás obviar, que te alcanza, conmueve, envuelve y no permite ni un suspiro de alivio, la ilógica de un caminar de efecto válido, rectitud que hechiza y moldea las desavenencias, la sancionable falta de vergüenza hecha presencia sin espejo acusador, generosidad de no juzgar ni pedir ni solicitar desde la serenidad de un inmutable conformismo, de raíz, la ausencia de experiencia de una vida no vivida y que transforma la violencia en paz, el caos en orden, las penas-sinsabores-destrozos anímicos en alegría-bienestar-gratitud de volver a ser persona y familia.
Un alma en pena, suplicio de sombra en la que nadie percata que se coge al primer rayo de luz y esperanza que puede para confeccionar un hermoso y colorido arcoiris de felicidad y amor, un sueño hecho realidad de pasos incoherentes y destartalados que llega a puerto deseado y merecido no sabes cómo y que supone una delicia para el alma, un deleite para la persona y un placer para el espíritu, un fascinante modesto relato llevado con maestría a la gran pantalla, con buenas interpretaciones que enamora, seduce y asombra con exquisita tesitura.
Simplemente, no la dejes pasar, escógela, visiónala y déjate llevar por ella, desde su triste y desoladora base hasta su cúspide de dicha y felicidad pasando por un tortuoso, escéptico y patético camino no muy entendible pero de fruto consistente y efectivo.
¡No te defraudará!, es buena como su protagonista, una inesperada hada madrina de ayuda ofrecida en silencio, sin ser solicitada, que salva vidas.



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