martes, 23 de diciembre de 2014

Praia do futuro

"Todo el mundo es feliz en Brasil" excepto un nativo que tomó rumbo a la gélida capital germana como destino inconcluso más defintivo de lo que el mismo, en principio, pretendía.
¿Se echa de menos la palabra cuando la imagen lo dice todo? ¿Se echa en falta la explicación cuando los hechos marcan la pauta? ¿El silencio no es voz firme no pronunciada donde el que calla otorga? ¿Desaparecer no es mensaje claro de infelicidad huída y elegir no es síntoma certero de aposento hallado?
Tres partes, una primera "El abrazo del ahogado" de descubrimiento y encuentro con el miedo y la pasión, la losa paralizante de aflicción de una vida perdida y la esplendorosa belleza de una vida por descubrir, amar y devorar en todo su esplendor corporal y sentimental; una segunda "Un héroe partido en dos" de afianzamiento y elección del lugar donde desarrollar la vida escogida, respirar sin la agobiante asfixia de desfallecer a cada segundo, libertad de ser quien uno escoge donde uno escoge sin pena, remordimientos ni mirada esquiva a lo dejado atrás; una última "Un fantasma que habla alemán", recogida de lo sembrado, miseria y alegría, desdén y abrazo, un compendio de sentimientos reprimidos, amargos de culpa, tristeza y felicidad al unísono, todo ello contado desde tantos lapsus temporales 
como espacios abiertos oferta, donde se vive de la intensidad de una fotografía a la que no otorga contenido informacional, que pretende nutrir con mirada penetrantes que comunican sin necesidad de locución, vacíos y silencios que pueden suponer la decepción y desconexión de su hilo argumental o alimento tentativo de no necesitar saber, de no demandar un por qué, no estar expectante de una explicación que no añade hermosura a unos pasos que expresan y comunican por si solos, tres etapas de una vida escogida cuya playa del futuro se encuentra en la fría Alemania y, donde la cálida Brasil sólo es un agobiante recuerdo de dolor y escozor, cuenta pendiente que aparece en forma de fantasma familiar de un pasado arrinconado en un presente estable de futuro apetecible.
Su profundidad es la lectura de su intensa estética que cuenta lo que quiere, que deja abierta la puerta a la intuición personal y que ambiciona un relleno subjetivo y cognoscitivo particular a demanda de cada cual o, simplemente, contemplar la inmensidad de tres momentos diversos y conectados en una existencia con sus pausas, andares y emociones que se intuyen a pesar de su pobre contenido expresado, poético cuadro de fotogramas exquisitos y ralentizados para deleitarse con la vista y aplacar la necesidad de rellenar el pensamiento con datos o la razón con retórica innecesaria, en este caso.
Karim Aïnouz presenta tres actos teatrales cuyo título es introducción aclaratoria y premonitoria de lo narrado con sutiles, penetrantes y potentes interpretaciones de gran peso visual, vivencia sentida y delicada captación sensorial con un protagonista que libera su opresión eligiendo y aceptando, dejando y partiendo, encontrando su persona a pesar del mal y pesar que sus huellas dejen por el camino.
Es fácil enamorarse de él, interesante curiosear cada vez que se levanta el telón para saber dónde se halla y en que situación sentimental permanece, perdonarle su carencia de habla que suple con su agudo y potente don presencial, dejarse llevar por su atractivo inocente comienzo, seductora consciente continuación y severo estallido final de pena y gloria.
Sintonizar con estrofas breves de una canción que no se necesita oír entera para su enorme complacencia, postales como mísivas que aleccionan e informan escuetamente, lo cual, demanda mayor concentración de tu parte y atención más esmerada aunque, puede que te aburra y pierda su ausencia de vocablos y que la belleza de su grabada ilustración no sea suficiente para su disfrute pleno; que quedes inconexo no es queja a culpar a un director que oferta pinceladas separadas en temporal espacio pero que nunca pretendió pintar la pared entera, esa era tarea hermenéutica del espectador de apetecible voluntad individual.
"El mundo no se detiene porque tú desaparezcas" y la pintura sigue siendo hermosa y brillante aunque sólo se perciban retales escénicos de su belleza y glamour.



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