viernes, 12 de diciembre de 2014

La señal

¿Qué pasaría si la tan explotada y mencionada invasión de los extraterrestres fuera silenciosa, fuese un estudio biológico para comprobar el efecto físico y emocional de la interacción humana con ellos, para analizar la transformación que sufriría el cuerpo y sus derivados, para ser cobayas de sus experimentos?
Entrar en contacto con un EBE -entidad biológico extraterrestre- para buscar la integración perfecta de la voluntad humana con la tecnología alienígena sólo que nadie te ha pedido permiso ni preguntado tu opinión.
Una primera parte desconcertante, la rutina poco excitante de un viaje por carretera de una pareja y su mejor amigo hasta que un hacker informático actúa de gancho picante, la miel que atrae a las moscas al inevitable contacto buscado -nada como acariciar y provocar el sensible ego humano-
Una segunda parte desconcertante pero más atractiva y seductora, de gran efecto visual, brusco impacto repentino e interesante percepción por su falta de información, esterilidad del contexto y un caminar lento e incierto, por su frustrado silencio comunicativo y espeluznante despertar en el recinto de los horrores donde vives la agonía y angustia del protagonista, la impotencia de su desconocimiento, la ridiculez de su luchar, el enfado e irritación de ser el conejo con el que experimentan, donde ofreces un voto de confianza a la confusión y extrañeza para saber a dónde te llevan, a la intriga del camino que tomará y con que habilidad resolverá el guión el giro tomado y, por fin, un final retro innovador y rompedor pero de escasa sustancia o consistencia sólida en su contenido, unos fuegos artificiales de entusiasmo y flipe que apenas dicen o aportan nada.
Su mayor logro es que seguirás pensando en ella tras su conclusión, repasando sus pasos e intentando dilucidar el significado y conexión entre sus partes, hallar una explicación que alivie tu abrumada incoherencia donde la posible respuesta es de mayor desconcertante incógnita pues puede que la conclusión satisfaga tus apetencias y deseos previos o que quedes insatisfecho por la fábula contada.
Película de ciencia ficción que no abusa, con acierto, de los efectos especiales, que presenta un argumento llamativo a todas luces que queda en blanco neutro a colorear por cada uno, que sin duda crea incertidumbre a resolver y que añade 10 últimos minutos de iluminación de estética muy lograda, un apocalipsis now de ratonera futurista e impacto deslumbrante que supone la guinda a todo el excéntrico espectáculo montado o la somolencia paupérrima que evidencia tu constante actitud pasiva.
Y es apetecible este sentimiento de desconcierto que acompaña todo el viaje, sabrosa la tarea de pensar y razonar sobre ella pero que se compense con beneficio y grato placer tan motivante tarea no es obviedad tan clara porque le dedicas tu tiempo con paciencia, le ofreces tu atenta mirada con consideración, sigues su devenir a la espera, asumes su resolución con cautela e intentas ordenas toda la rallada caótica mental con orden y coherencia para digerir una explicación lógica de todos sus movimientos que, por otro lado, es el objetivo principal y deseable de todo relato de inventiva futurista aunque, después de todo el esfuerzo y voluntad, de la sugestiva interpretación de Brenton Thwaites -me ahorro ninguna escritura sobre el estático y gélido Laurence Fishburne- y del meritorio enfoque dado queda ese regusto a ¡eso es todo lo que da de si este material!
Mucha expectativa, escenas logradas con otras de eficacia perdida, motivación que pende de un fino hilo pero que se mantiene por persistencia de tu curiosidad innata, compañía voluntaria que le concedes a la espera de una digna resolución anhelada que complete el círculo de solicitas extravagancias de laboratorio mutante pero de fruto no tan exquisito pues prometía más de lo que ha resultado ser, seduce la presentación y originalidad de la idea pero no tanto lo que hace con ella.
Pasa de la seguridad y confianza de la conocido a la psicosis y pánico de lo desconocido, juega con el miedo y terror del aislamiento,  la esquizofrenia del nuevo entorno de desolada sequedad que le rodea para acabar con una súbita inspiración de presa cautiva en madriguera cósmica que no sacia.  
Validez interesante que no logra alcanzar la gloria ansiada y se queda a medio alcance del vertiginoso salto previsto sin convencer plenamente.
¡Desconcertante!



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