miércoles, 28 de enero de 2015

El Hobbit: la batalla de los cinco ejércitos

Cuando estrenaron "El Hobbit: la batalla de los cinco ejércitos" se me hizo un mundo ir a verla, ¡otra más!, ¡si ya me perdí en la anterior!, ¿ahora, por dónde iban?, frases que colapsaban mi mente y menguaban en mi entusiasmo y fervor por ella -ánimo e ilusión intacta para los fervientes devoradores de este tipo de historias épicas de imaginación e inventiva espectacular-, a menos que seas un apasionado de J.R.R. Tolkien y conozcas al detalle sus libros y escritos, las grandilocuentes hazañas de sus mundos espectaculares y personajes apasionantes que recrea con maestría, la única motivación inmediata y apetencia gustosa para visionarla es la siempre exquisita, magnífica, suprema, hasta el detalle más nimio e ínfimo, de la obra y trabajo de un Peter Jackson que cuida sus películas con una dedicación, esmero y calidez que se aprecia en su resultado, responsable virtuoso de sus ideas y de su perfecta, en lo más posible, plasmación en imágenes de todo aquello que su cerebro fantasioso elabore y sus ojos diseñen a partir de la lectura de este grande, aunque agotador -desde una sinceridad sin ofensa- por su enorme, complicada y vasta extensión, escritor cuyo nombre ya nadie olvida desde aquel inicial e inolvidable "El Señor de los Anillos"..., ¡por Dios, qué lejos queda!
Llegado a DVD es una oportunidad casera, de noche cálida de palomitas y buena compañía, para enfrascarse en tal expedición y a ver ¡cómo resulta! y, aún con esos 144 minutos de larga duración que tampoco alientan a iniciar la aventura, se admite el logro placentero de todo lo ofrecido y digerido.
Te acomodas físicamente, te ralajas mentalmente y que disfruten tus ojos de tan espléndida secuencia interminable de color, movimientos, brillantez, furor, pasión, venganza, egoísmo, amistad, lealtad, traición, alegrías, penas, lucha y batallas por doquier y una infinidad, lustrosamente definida, de todos los sentimientos humanos que engloban nuestra esencia, colman nuestro cuerpo y compensan o martirizan a nuestro espíritu.
Da igual que no te acuerdes exactamente de todo, tu memoria recuerda detalles al tiempo mientras, que el resto, se incorpora si problemas a un relato realizado para entretener con majestuosidad, elegancia y distinción, porte sublime de impresionante presencia artística que se valora y saborea sin dificultad: es verdad que ya no es la impactante impresión de la visión virgen de la primera, original y por siempre cautivante pero, también es verdad que ésta y sus posteriores se enfrentan al dilema calitativo de mantener, ya no superar -¡no se pide tanto!-, el nivel exquisito iniciado.
¡La paz está sobrevalorada!, llega un momento que ya pierdes la noción de quién pelea contra quién y quién lucha por quién o por qué, bariburrillo de golpes, hachazos, espadas, flechas, muertes más gloriosas -y ralentizadas para darles efecto- y muchas de postín y relleno que ¡hay mucho bulto, tiempo y terreno que cubrir!, más de lo visto/pasa por parecido/pero no es lo mismo y..., "¡las águilas ya vienen!" dice uno; eso es bueno, no se por qué pero se acabaron las batallas y vienen las despedidas honorables acompañadas de un poco de sentimentalismo y sensiblería acorde, de modo que..., "it´s a beautiful day" de Michael Bubblé ¡suena por algún sitio!..., corona este día con una película grata, de visión guapa y ligera, sin condiciones previas requeridas ni solicitud por adelantado y disfruta, disfruta todo lo que tu espíritu pueda o descansa, descansa con esfuerzo ganado y recompensa merecida en caso de que ese día haya sido un auténtico asco pues..., mañana saldrá de nuevo el sol y todas las oportunidades volverán a estar abiertas y a tu entera disposición de atrape..., ¡vamos, déjate querer un poco!
Posdata: se echa de menos mucho, mucho, mucho ese fantástico, divino y escalofriante Gollum y su genial e inolvidable "..., ¡mi tesooro!, ¡es míoo!, ¡es mi tesoorrooo...!



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