sábado, 24 de enero de 2015

La reconstrucción

Apenas hace, dice ni ocurre nada destacable pero lo suficiente para coger con ganas y optimismo ese ínfimo pero válido mensaje de te-entiendo, se-por-lo-que-estás-pasando, vamos-a-ayudarnos que, en letra y voz más hermosa de Bebe dice "...,hoy vas a comprender que el miedo se puede romper de un sólo portazo...,hoy vas a hacer reír porque tus ojos se cansaron de ser llanto..., hoy vas a conseguir reírte hasta de ti y ver que lo has logrado"
La vergüenza separa/el dolor une y esa es, literalmente, la reconstrucción que vas a encontrar aquí, sin engaños ni promesas de venta falsa, el despertar de un sonámbulo huraño, pestilente, solitario dejado de si mismo con abandono depresivo de la vida, catarsis emocional que actúa como robot que renuncia a su humanidad y sentimientos por ser éstos tan humillantes y demoledores que mejor vivir a ciegas y no encender la luz no nos encontremos reflejados en el espejo y sea esperpéntica la imagen hallada, un visitante de nulo calor e incómoda presencia que se convierte en bote salvavidas valeroso y próspero de una nave que derriba a pique con posible hundimiento final.
Como ese desconocido, no se sabe por qué amigo de algunos, de aspecto lúgubre, mísero y desagradable que encaja perfectamente con su aspecto demacrado, distante, antipático y triste que, tras compartir una inesperada y sorprendente charla sincera, de breves minutos y parcas -aunque enormemente apreciadas- palabras cambia nuestra percepción y opinión de él, se gana tu respeto y consideración, al tiempo que el suyo propio, en esa cocción a fuego lento apenas apreciable pues habla susurrando, tan bajo y despacio que hay que agudizar el oído, centrar la vista y leer más alla de lo que muestra pues su acertijo se esconde en lo no dicho hasta ese instante decisivo donde se revela su carácter y personalidad.
Porque esto es lo que encontrarás, una primera parte indigesta, cansina, atroz anímicamente, de aislamiento ostensible y ruina comunicativa que devasta y lleva al límite tu paciencia, con una fotografía exquisita y hermosa de cortante asfixia y vasta extensión gélida, una melodía dulce y acompasada que envuelve con calidez esa frialdad de la cámara más, un portentoso y admirable Diego Peretti en un papel dramático duro de realizar, arduo 
de transmitir, en un impresionante y valeroso cambio de registro en su filmografía ya que su estilo es la comedia y el habla indiscriminada cuando, aquí, no dice más de dos palabras y su rudo y áspero porte echa para atrás a cualquiera, una sutil e íntima confesión del pecado más oculto y doloroso que, este interrogante llegado de la repentina nada a familia necesitada, esconde en su sentido y agónico interior negado más, un florecer a la primavera, un cantar al ruiseñor, un activar el alma cuyo corazón vuelve a bombear, un despertar al sonido, el movimiento y la luz dejando atrás las tinieblas, las culpas y los martilleantes remordimientos que paralizan, anulan y extinguen todo rastro de sensibilidad pues, a partir de ahí, se gana tu comprensión, tu aceptación y entendimiento de por qué era cómo era y su deje de cualquier tipo de roce y contacto humano que alterará su elegido castigo de desdén hacia su persona.
Volver a participar de una comunicación, engancharse al ritmo diario, convivir con los demás, escuchar y contestar, preocuparse y ayudar, manifestar estar vivo y para lo que se necesite, a pesar de no ser un gran guión cuyo camino y desenlace es obvio y moderado en su performance, 
una dirección discreta que vive de largos silencios que mezcla con escenas de ruido poco apetecibles incluso para el participante involuntario, mucha lentitud, parsimonia y nada a destacar con robustez y loable admiración, la verdad es que no dejas de mirar la pantalla, no dejas de prestar atención a sus secuencias y de seguir a este prototipo de neandertal, que sale de la cueva y logra energía y combustión que mueva su parada circulación, reanime la sangre de sus venas e ilumine unos ojos apagados de mirada inerte; sabes que no es un argumento notable pues no aporta nada nuevo no visto antes, la sencillez y poca amabilidad no se ganan tu entusiasmo, sabes lo poco que hay y que no habrá más, prevees la reconstrucción y su escasa aportación narrativa pero, este desaliñado, mugriento ser, protegido disfraz de quien todavía respira y vive dentro a pesar de todo el sufrimiento padecido se gana, me reitero, tu respeto, ese aprobado miramiento y justa deferencia que hace que, aunque no sea una exquisitez y transcurra, no siempre, con acertado ritmo, no lamentes haberte topado con ella y haberla escogido, elogio esquivo de difícil articulación pero sentida reseña que consiste en eliminar esa capa externa de suciedad grasienta y apreciar la belleza innata que luce tras su lavado, un confirmar lo que ya Aristóteles afirmó con rotundidad "..., el hombre es un animal social que necesita de los otros de su especie para sobrevivir", de lo demás para ser feliz.



No hay comentarios: