lunes, 16 de febrero de 2015

Agente doble

"¡Estoy muerta!, ¡estoy muerta!, ¡esa es la decisión que tomé!"
Cuando estás vendida, pero no vencida, cuando hagas lo que hagas no tienes escapatoria ni salida y, a pesar de todo, encuentras un resquicio de huida, utilizada por supuestos colegas-amigos/enemigos-aliados, el juego del ajedrez con vidas humanas, poker ultrajante con faroles, estrategias, comodines y reparto de los beneficios a cargo de los intereses del mejor postor/líder de la contienda, sobrevivir a costa de quien sea/al margen de todos eligiendo salvar su persona y la de sus seres más queridos, confusión entre el bien y el mal por instituciones que se alimentan del mal en nombre del supuesto bien, rojo abrigo como blanco certero de un tiro aún no decidido de qué manos y bando saldrá, delator/confidente que planea como escapar, como ser valorada, como ser vista como ser humano con sentimientos/madre de un hijo con futuro y no difuminada como peón utilizable y sustituible, para cuándo y dónde sea oportuno, cuya baja sólo molestará, lo mínimo, en la tarea de asignar un nuevo candidato al número y lugar dejado.
Clive Owen, correcto y medido, como manejador de las cartas, tirador que presenta la oferta e inaugura el juego, Andrea Riseborough, estable y segura, como receptora de la jugada, conejo cazado que nunca dejará de ser liebre perseguida, Gillian Anderson, de paso poco apreciable de quien decide quién es el ganador/quién el bracero sobrante y, 
James Marsh, pulcro pero poco inquisidor ni dictatorial en esta lectura terrorista de engranaje seco, austero, sobrio, tardíamente vivaz, dinámico y suculento que no busca tanto el adorno fácil como la gravedad del vacío anímico, que muestra el interior manipulado de una guerra sucia en las calles, deleznable en sus portadores, mancillada en su bandera y estandarte, confusa y demoníaca en el aire de sus vientos, enredosa y dura en la mente de quien ya no pertenece a ella pero sigue atrapada en sus liosas redes, que no tiene inocentes tan inocentes y si muchos culpables diversos de variada graduación según su porcentaje de prima y actuación en la ópera orquestada.
A este filme basado en el relato de Brabdy -también guionista- le cuesta arrancar, estirar los brazos para tomar forma más alla de esa sala fría/estancia de parada a partir de la cual la sentencia ha sido determinada, no confiar en nadie ni pertenecer a ningún lugar como membrete a gravar a fuego desgarrador en la mente calculadora y ofensiva de 
quien subsiste por encima de quien sea, lenta en coger emoción y bravura, de pausado ritmo gélido y moderado valor decisivo hasta llegado el momento de máxima cumbre y potencia, muestra un sutil interés por su controlada tensión y fuerza que reprime en su apuesta y desafío hasta que el desenlace abre las ventanas y permite la evasión por la puerta de emergencia pero, incluso cuando ésta llega, no es tan lograda y contundente como se espera pues es aguda pero leve, perspicaz pero tenue, elegante y estilosa en su martirio sin desquiciados adornos de venta artificiosa; controla y tensa con presión y rigidez aunque, no llegando a bombear lo suficiente para apreciar ese mismo refinamiento, escasa en sus interrogativos expuestos, en su cuestión presente al IRA, en su legitima honorabilidad cuestionada, en su acción desenvolvente, en su carcelaria posición de no pertenecer a bando alguno por ser carne de cañón para ambos, sutil levedad que intenta impregnar de distinción, carácter y finura tanta basura repartida, unos con traje, pistola y la ley de su parte/otros con ideales, pistola y su ley por delante, un retrato comedido y suave de consabido juego, pasos y manipuleos que apenas profundiza ni hiere ni impresiona o impacta sobre un conflicto irlandés tantas veces retratado, en gran pantalla, otras muchas veces con mucho mayor poder, adrenalina y atrevimiento osado. 
La seriedad, aspereza, opacidad ambivalente de una vejación y desprecio de habla ligera y explicaciones envolventes innecesarias -aunque no hubiera estado de más superior locución atractiva en sus diálogos- ante quien sobreentiende la maniobra expuesta pues su mayor virtud, al mismo tiempo, es su lado más culpable de mantener al espectador a ínfima distancia, sin implicarse en demasía ni absorber con tenacidad y contundencia todo su agrio y áspero sabor.
Domingo sangriento que insinúa pero no muestra, se aplica en la guerra interior, en la lucha simbólica de pactos, rectitud y orgullo mancillado, vive de la repugnancia y vacío de despachos, teléfonos, falsas promesas, casas cuartel, escondites expuestos y sus respectivos líderes, no busca el espectáculo de la sangre del vil asesinato, ofrece la crueldad, firmeza y rígido pulso de quien no tiembla ni duda cuando se halla en la peligrosa antesala a la explosión escénica.
Estoy de mi lado, del lado de los míos, los demás ya nada importan.



No hay comentarios: