lunes, 2 de febrero de 2015

Las ovejas no pierden el tren

"Que difícil es hacer el amor en un simca 1000, en un simca 1000..." cantaron, en su momento, Los Inhumanos y, puestos a sinceridad, ¡qué difícil es, a veces, defender al cine español! porque, como Scarlett O´Hara jurará y perjurará, "A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre..." pues, gracias a las palomitas, la velada ha sido más llevadera/menos insoportable porque "A mí, lo que me gusta, es plantar tomates..." y, a mí, ver una película sin lamento y que valga el precio de la entrada; porque "...,¡voy a perder todos los trenes que me de la gana!" sólo que, estas ovejas, no han visto el tren ni de lejos ¡ni está previsto que lo vean!; porque "..., creo que he tocado fondo y, eso es bueno ¿no?", no cuando juegas con la ilusión de un espectador cuyo espíritu es demolido impunemente y arrasado sin contemplación.
Un matrimonio estancado, en parada intermitente ni hacia delante ni hacia atrás, cuya incógnita direccional intentan solucionar con la recurrida salvación de un nuevo retoño, hermano de él en crisis de identidad por pérdida de matrimonio fracasado, la hermana de ella en crisis emocional por pérdida de la ensoñación que, con tan vehemente ardor, persigue y no atrapa y, un padre con alzheimer que pregunta, repite y vuelve a preguntar "¿Había mucho tráfico?" y mira si había poco tránsito y era sosa la carretera que ¡éste resulta ser el más apetecible y gracioso de todo el tinglado!
Proceso de maduración y reflexión de un grupo familiar desestructurado, la pareja y sus desavenencias que pretende exponer y vender el sano respirar del campo y la tipificada felicidad rural, el divorciado que acepta su soledad y deja de perseguir veinteañeras, la eterna novia soltera que por fin aprende a estar consigo misma y quererse un poco, la madre sexagenaria en plena aventura carnal adolescente, el vecino granjero que ilumina una mente muerta y en horas bajas y, una suegra que se conforma con tener tiempo para poder ir una tarde al cine, todo ello con más gracia escrito y contado que visto en gran pantalla ya que, a la previsible anticipación facilona de lo que el guión va a narrar, se unen unos personajes poco interesantes que apenas dan para estimular un mínimo y evitar el bostezo seguro, calidez de acomodamiento en su visión y recordatorio tenue consagrado gracias a una ofrecida lástima y miramiento moderado de nuestra parte que nos recuerda, sin excusa ni escondite, lo endeble de lo recibido, como se desperdicia la soltura de Raúl Arévalo, la vivacidad de Inma Cuesta, la experiencia de Alberto San Juan y, un grupo talentoso que se queda cojo ante la debilidad del argumento que manejan pues, Álvaro Fernández Armero presenta una historia sencilla, dulce y bonita que no ameniza lo suficiente para evitar ese desaborido sufrimiento de letanía que no entretiene sino aburre en la sombra nunca dicha.
Arrollada por un tren que ni salió de la estación, este relato bonachón, sin apenas picardía, pasa por encima sin causar interés ni perspectiva, ni fortuna ni desgracia y, con el osado atrevimiento de distorsionar a Los Panchos, confirmo en plegaria compasiva "..., reloj marca las horas, porque voy a enloquecer..., tu tic-tac me recuerda me irremediable dolor..., reloj no detengas tu camino, porque mi vida se apaga..., no detengas el tiempo en tus manos y no hagas de esta noche perpertua..." ya que, mi frustrado tiempo ya no aguanta y mi recuerdo recrimina la debilidad, poco retributiva, de una parte del cine español pues, el encanto de la sencillez y la modestia no significan nimiedad que, escasamente, transmiten emoción alguna ni afinidad ni nada, es un don y facultad aquí no encontrada/nunca satisfecha.
Visionar una película con tu cabeza lamentado la fragilidad y flaqueza de un relato apenas currado es desesperación de culo inquieto que no aguanta en la butaca, carga muy lamentable que no arregla la bella fotografía de pueblo soñado.
"..., es que, hacer feliz a la gente ¡cuesta muy poco!", acaba de manifestar Javier Cárdenas por la radio...,¡ja!, oído ahora mismo ¡parece broma irónica de mal gusto!, pues contenta no estoy precisamente; definitivamente lo siento, esta vez ¡no acepto pulpo como animal de compañía!



No hay comentarios: