jueves, 5 de febrero de 2015

Secreto de confesión

S"Mañana será un nuevo punto de partida..." te diría Calamaro pues, este tren salió y sólo dejó entrever su cola trasera.
El montaje complica mucho su entendimiento, la ardua y vorágine sucesión escénica altera la comprensión inmediata de los hechos, no favorece su seguida ni apetencia por unos personajes en extremos opuestos pero íntimamente unidos por la corrupción y su urgente saneo y, quienes esparcidos como quien tira los dados y no entiende su definición ni resultado hasta completar la partida, no colaboran en la simpatía y afinidad por sus personas ni por su papel concreto en el relato.
Sabes, más o menos, lo que ocurre, intuyes por donde andan los tiros, absorbes la delincuencia política, el soborno espiritual, la violencia ética, la ausencia moral y todo el sinsabor amargo y doloroso que se expone con envoltura de arrepentimiento, justicia -no precisamente la divina- y la ley establecida de a-cada-cual-su-merecido pero, su captación es tan esquiva, costosa y áspera en su lectura que la tentación de abandono, de sentencia excluyente definitoria ante tan laboriosa penitencia merodea por tus alrededores cognitivos cual seductora opción a escoger involuntaria, o con clara firmeza, ante tanto colpaso representativo y correlación dificultosa.
El sugerente tráiler te vaticina un thriller atractivo cuya trama de suspense y violencia resulta apetecible, empieza con un estimulante "Mía es la venganza, dice el Señor..., Romanos 12-19" que abre el apetito ante el asedio de sangre, muerte, asesinatos y locura agresiva de quien se mueve por caminos frágiles de odio y amor, justicia y venganza, muerte y liberación, ardor interior y agonía anímica disfrazada de etiqueta elegante de traje y corbata para, comenzada la sesión, obtener un galimatías de piezas sueltas, conjuntadas por momentos/derramadas a su suerte por otras que se mezclan, superponen, estrapolan y se aislan o encuentran a su son con aire religioso de refugio del pecador que no acaba de cuajar como esperabas o, al menos, deseas para un mínimo de atención que evite tu ausencia y letargo conforme ésta avanza pues, una narración tan engorrosa y enredada no favorece su consumo.
No es apta para todos los públicos, demanda extrema atención y, aún así, nadie te asegura recoger el fruto beneficioso de su vendimia, intensas interpretaciones para un saco roto y desdeñoso al que no se le encuentra acomodo, arrastras el desaborido desasosiego de no encontrarle gusto, un desaforado sabor que te aniquila y, aunque apaña su descosido con un remiendo oportuno hacia su desenlace y final, puede pillarte tan ausente que no deje huella ni cale hondo, ni superficial, en tu ya lejana y perdida memoria, puedes acabar de luto, con el alma en pena, camisa negra, quedar moribundo y lleno de dolor -parafraseando a Juanes- y, aunque vuelva su calor y brille el sol al enlazar todas las fichas, la inapetencia hizo acto de aparición y pudo contigo, hablar de tu oscura habitación, de tus noches sin dormir no ha resultado inspirador ni revelador pues, baje La Guardia, hace tiempo.


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