jueves, 23 de abril de 2015

Fuego

"Podrías levantarte de esa silla y darme un abrazo, que puedes..., y tú podrías dejarte abrazar, que puedes" y, Luís Marías, puedes hacerlo mejor, más redondo, anímico, profundo e interior pues te coges a una línea recta, sin contratiempos ni grandes tesituras, que no requiere grandes esfuerzos/tampoco consigue grandes logros, olvidando por el camino la expresividad rotunda de unos sentimientos dramáticos que son, o deberían ser, el alma que mueve la cámara, el corazón de toda su esencia, espíritu que atrape, sin embargo, su sintonía y potencia es tan escasa e deficiente que se pierde la efectividad de lo expresado y la fuerza de lo narrado, ¡y tú puedes!
El odio como vehículo que te saca cada mañana de la cama y te mantiene de pie y entero hasta el día de la venganza, aferrarse al dolor del pasado para no afrontar un frustrado presente de futuro incierto y angustiosa incógnita del mañana, destruir toda esperanza que no conduzca a mantener vivo el fuego del mal que alimenta una violencia que sirve de pilar para ocultar la verdadera valentía de continuar, aceptar, soltar la silla y volver a caminar, ya sea con muletas, del brazo de otro o sólo cuando se pueda, rencor, furia, destrucción, vorágine de rueda que circula incesante por la llama del oscuro recuerdo que aniquila toda alegría que se atreva a llamar a la puerta..., todo ello enmarcado dentro del tema terrorista de víctimas y familiares de ETA por el que pasa con suavidad, sin postularse y siendo ética-política-socialmente educado y considerado. 
Relato que trata de sobrecoger pero no logra alcanzar pájaro, sequedad interpretativa por carencia de elocuencia y efusividad al transmitir sus hondas expresiones que no logran alto registro, sólo cumplir con las formas de recitar el texto, situarse en el contexto y que el resto lo aporte el público expectante, sólo que no alcanza tal expectación, ni miras, ni vista de halcón pues su compás y viveza se diluye, poco a poco, hasta convertirse en historia sin pasión ni fondo, simple escenario de tragedia no sentida aunque desfilen sus personajes y oigas recitar sus textos.
José Coronado como estandarte que encabeza la experiencia, sólo que abandera con carencias obvias de una actuación límite que no acaba de encontrar hueco ni acomodo para expresar su vivencia, corazón que no arde por mucho que se emule y actúe y se queda en tibieza de aprobado, más por conmiseración que por mérito logrado.
Me valen las películas de expectación media siempre que ese sea su destino inicial, pero como ninguna venta va a ser sincera en su afán de mediocridad, el gustoso aprobado se convierte en losa de decepción por sólo lograr un escaso suficiente a pesar de que la técnica, dirección y guión nunca optaron a ir más alla, pues si los ingredientes son de calidad media, el producto resultante nunca pasará de estandar, claro y sencillo, si estudias para cinco y logras tan ansiado grado ¡enhorabuena! ahora, si habías empollado para sacar nota...
Esfuerzo mínimo/resultado acorde, con preaviso se sobrelleva/sin acepción que adelante la liga en la que se juega, recuerdo de desaborido gusto que no quita todas las penas por lo que pudo haber sido y lo que se queda en el camino, conformismo que llegado a este punto no se acepta por la espera de una sobreabundancia y riqueza que ni siquiera se asoman a la puerta, ya de subir al coche y emprender el viaje ¡ni hablamos!
"No la(e) dejes morir, sálvala(e)". Impotencia.
Sentencias y diálogos que no marcan la diferencia, escenas que no dejan huella, palabras huecas que alientan un suspiro que nunca llega, fotogramas de rellenada presencia e inútil aporte que decoran la pantalla pero no remueven emociones, intimidad afectiva que se ofrece con corrección torpe e impide apreciar, con sabor, sus emociones, acción-reacción/calidad ofrecida-beneficio recogido, sin más..., juzgando desde una apetencia no cubierta y esperando ser juzgada sin pedirlo, lo dicho, impotencia.



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