miércoles, 8 de abril de 2015

Un patio de París

La sencillez, propiedad exquisita cuya presencia es muy deseosa y alabada en ocasiones, aquí se convierte en límite de todas sus posibilidades, de su excelsa magnitud y plena consistencia.
Un patio de París, anónimo espacio desapercibido que cobra vida, un conserje nuevo que busca refugio tranquilo y apartado donde trabajar y no pensar y, simplemente, ver la vida pasar mientras sobrelleva una depresión de la que huye y por la que deja su vida de músico y, vecinos característicos que volverán su presente más activo de lo pretendido, en un principio, debido a su buena fe, bondad sin maldad y calma desprendida que les aporta relajada comprensión y desahogo de acceso necesitado por momentos varios.
Gustave de Kervern, excelente conductor de una existencia que sobrevive con la aceptación de su evidente desgana y escasez de motivación por todo y que encaja, perfectamente, con una Catherine Deneuve obsesiva, dependiente y asustada que no encuentra relajación mental que la invite a descansar y superar el maldito insomnio más, la decoración de un impotente marido que no entiende a su desconocida y, anímicamente ausente, mujer, un lumbreras del negocio futuro de las bicibletas cuya carrera de éxito profesional como futbolista fue arruinada por un abuso de las drogas, de las cuales, 
hace todavía evidente ostentación, uso y abuso, el incordio de vecino perfeccionista que todo lo ve, lo presiente y soluciona para rectitud de una vida pulcra y sana, el maravillado por la secta de la luz que indica la llegada del Salvador..., envoltura de drama, con pinceladas sutiles de gracia y humor tenue para una historia que resulta leve en su conjunto, que sabe a poco dado el agradable entendimiento y fácil acople a su devenir, gustoso observar de gran aprecio que, Pierre Salvadori, no sabe potenciar a su máximo, en toda su magnífica probabilidad ofreciendo sólo breves retazos de toda la candidez que se cuece.
Delicado, encantador y elegante en su formato, presentación y pasos/insuficiente la sustancia contenida, la devoción por este fantástico vagabundo emocional de una realidad observada desde fuera, sin querer participar en ella pero que es arrastrado y forzado a inmiscuirse en ella por cariño, empatía y tolerancia hacia sus inquilinos de arriba es fácil, su sentida armonía con la angustiosa vecina es sentida y querida, apreciación que se extiende a todo el edificio pero su modestia y simpleza es una baza que juega en su contra pues se demanda más de ellos, se requiere mayor incursión, se solicita mayor grado de involucración y batida y no un frágil, insatisfecho y tenue paseo por la villa.
No busca regocijarse en el melodrama, su objetivo no es la explotación cómica, no desea vivir de la angustia vigente, ni merodear por los entresijos del cotilleo curioso, ni grandes sacrificios, ni ir a ninguna parte, simplemente muestra como la llegada de un extraño inapetente, que no busca ni pide nada, se acopla a la perfección con las necesidades ocultas de sus convecinos que les carcomen y devoran en silencio y que no se atreven a salir y manifestarse por pudor y vergüenza pero que, al lado del recién llegado, fluyen por si solas como agua de afluente desesperado que busca el mar naciente que le da vida o río alternativo que le mantenga a flote.
Cómodo desconcierto que no explosiona, pausado andar que no se corona, se intuye una cumbre apetecible que se queda en superfluo placebo de inocua consistencia, ligereza que se estima pero no causa adicción, turismo leve por un patio de París que ofrece discreto recorrido que combina incertidumbre, relajación y delicadeza sin saciar aunque, tampoco desespera en su espera; no sucumbe a la tentación de rebuscar en su interior, sólo notas de una superficie acorde, linda, humilde, de buen gusto y sintonía, extraña y desconcertante en su composición que nunca tuvo la pretensión de destapar toda su capacidad.
Elaboración sin complicaciones para vidas complicadas que viven su suplicio y padecimiento en sigilo sólo que..., la sencillez, propiedad cuya presencia es alabada en ocasiones, aquí se convierte en límite a su plena consistencia, barrera a su suculencia aunque..., ¿alguna vez tuvo intención de realizar dicha excursión? 



No hay comentarios: