martes, 2 de junio de 2015

It follows

Jay, de 18 años, tiene su primer encuentro sexual con su novio en la parte trasera de un coche. Tras el hecho, aparentemente inocente, la situación se pone algo tensa cuando su novio hace que ella se desmaye. Al despertar, el joven le explica que lo hizo para ahuyentar a una serie de espíritus que lo acosan. A partir de ese momento, es Jay quien sufrirá las consecuencias de ese acoso, encontrándose sumergida en visiones y pesadillas; teniendo la sensación de que alguien o algo la observa.




"Te sigue", pues haber si aparece de una vez ¡que me duermo!
No soy fanática de las películas de terror, es un género que no me atrae en demasía pero, para una vez que me decido por ella, por temblar y precipitarme al oscuro túnel del más allá, de lo desconocido y alucinante..., ¡qué fraude!, ¡qué desilusión! pues ni he encontrado pánico, ni escalofrío ni temor; donde los demás describen "¡maravilla!", yo he vivido desinterés y ausencia.
Me gustó la idea de miedo psicológico, pavor mental recordatorio de un tipo de cine olvidado que se quiere recuperar, no la típica historia de sangre por doquier y chillidos sin sentido ni perspicacia por todas partes, relatos absurdos de apariciones tontas que ni asustan ni amedrentan, algo excesivamente explotado y alentado, en desproporción cargante, en la actualidad -y ya hace algún tiempo- pero, sinceramente, tampoco deseaba aburrirme esperando la llegada del coco, del deseado mal el cual ¡una hora se hace esperar!
La lentitud y serenidad de su comienzo, la sobriedad inicial de su andadura se convierten en su carga más pesada, lastre del chico del sexto sentido, aquí chica adolescente, pero que sigue repitiendo la misma frase "¡creo que veo muertos!", con esa pasividad espaciosa que se toma su tiempo pero que supone un observar callado, exiguo, poco absorbente, apenas inherente que no ayuda a su plácido consumo y gustoso sabor.
Nutrientes poco sentidos o motivadores que sólo alcanzan cierta fuerza y consistencia en su tramo final, aprecio de los últimos 40 minutos que no compensan ni olvidan los 60 previos pues, aunque todos estemos de acuerdo en la genialidad del desenlace de aquel sentido tan magnificado, la verdad es que los otros hermanos sensitivos, en aquella ocasión -y como ocurre en ésta-, se desganaron y aburrieron ¡como un muermo!
Misterio que se desvanece al no despertar curiosidad o anhelo por su descubrimiento, confirmada somnolencia que aquí deambula como perenne sospecha al acoso y acecho de hacerse realidad en cualquier momento, su calma, parsimonia, esquivez es de agradecer, se aplaude y admira pero necesito el sobresalto oportuno en el momento justo, temblor de cuando en cuando, pánico y horror por tandas, escalofrío y temor en abundancia a ser posible, ¡terror, maldita sea!, que es lo que busco y ¡por eso la elijo!
La ilusión primeriza, de nerviosismo expectante, resumido en sentencia nítida y contundente..., "¡la espera me está matando!", se transforma en asesinato a traición, vil y apesadumbrado, sólo 10 minutos interesantes, de adrenalina pura, no dan para tapar la falta de vigor, fuerza y movimiento el resto del tiempo, rojo sangre entre agua plácida no impacta ni impresiona ni atrapa, sólo estropea un bonito azul claro que no tiene la culpa de nada y a quien nadie pregunta.
Si la excusa es motivo pra acostarse unos con otros, sin cargo de conciencia y como acto de amistad e incondicional ayuda, no está mal la estrategia, como tragedia póstuma o presente por la cual tu cuerpo es abandonado por tu esencia y dejas de ser una persona, hay que seguir trabajando con más empeño y ahinco pues este espíritu tira del pelo, lanza objetos y camina como perro faldero devoto tras su dueña pero ¡poco más!
El Azazel de Denzel Washington tenía más gracia y encanto a la hora de molestar y perturbar a la víctima y el vecindario ya que tenía la osadía de hacerlo ¡como Dios manda!, más el permiso, la ironía y la colaboración inestimable de un apetecible diablo que aquí, apenas se intuye, palpa o dejar ver.
Insulsez en lugar de estallidos, aceleración voraz que se intercambia por anorexia sin freno no es lo ideal ya que arrastra consigo una inapetencia y despreocupación que ya puestos, ¡chica!, acuéstate con el primero que pase y ¡acaba con la tortura!, se trata de jugar al pillo-pillo, te la paso y ahora ¡eres tú el pringado!, de modo que cuántos más pringuen mejor si queremos que el encuentro sea divertido y entretenido porque, el espanto y la perversión están tan lejos que ya ¡son imposibles de alcanzar!
Muchos aciertos y esperanzas, de deseado fruto dichoso, en su expectante inicio y gracias a una anacrónica imagen de dirección lograda, buena actriz protagonista y camino futurista a atravesar con valentía sólo que..., se pierde entre devaneos apáticos que no crean perspectiva, entusiasmo ni angustia.
Certificando, de nuevo, que no soy ferviente admiradora de este tipo de relatos y género, y leyendo las favorables críticas que ensalzan y encumbran esta película como homenaje al buen cine de los 80, honestamente, ni ansiedad, ni pavor, ni angustia, ni desesperación, ni tormento..., más bien disgusto y contrariedad ya que tenía ganas de turbación, alarma, asombro..., de todo ello, y el asombro ha sido mío al visionarla sin emoción, alteración ni apenas roce.
¡No ha podido ser!, enhorabuena a los que hayan disfrutado de ella; yo me he quedado a dos velas, he estado a dos dedos, ¡otra vez será!..., me gusta pensar ingenuamente.