miércoles, 24 de junio de 2015

Único disparo

La trágica muerte accidental de una joven misteriosa da comienzo a un tenso juego del gato y el ratón entre el cazador John Moon y un grupo de criminales que quieren su pellejo...


Un único disparo que, aunque lo intenta, queda lejos de dar en la diana.
"John, si siempre miras hacia atrás, nunca podrás mirar hacia adelante". Un individuo solitario, apático, áspero, desahuciado anímicamente a quien únicamente le queda su caza, esa libertad y poder de buscar, perseguir, encontrar y apoderarse de la víctima, juego estimulante -para quien se tercie- que se volverá en contra al cometer un error, accidente con consecuencias graves que perturbarán su tranquilidad y rutina convirtiendo su vida en un caza al asesino donde él será la presa acorralada, en una contrarreloj por descubrir a quien observa por la mira del rifle, siempre atento y dispuesto a disparar al primer movimiento.
Localización lúgubre, sombría, pesada y ruda, ambiente que habla por si sólo y que dice del protagonista todo lo que el mismo calla, aislamiento, sequedad, parca comunicación, lenguaje cerrado y austero, pobreza cultural, elementos que definen a los personajes que envuelven al protagonista en esta lucha por sobrevivir y recuperar lo que se tenía y que son tan importantes, o más, que el propio descuidado hacedor, devastado interiormente, de revueltas que le llevan a catástrofe segura.
La historia es común, Matthew F. Jones se encarga de un guión que el mismo escribió en novela, por tanto la película es un fiel reflejo de la letra y espíritu impreso en la susodicho obra sólo que, con una buena primera hora de presentación de la situación, de análisis de los hechos y distribución de las fichas en juego deriva hacia el cansancio visual de poca estimulación racional, mínimo fondo reflexivo fruto de dar excesivos rodeos para una simpleza obvia, que no lo necesitaba, todo por no escoger la línea recta que va desde dos puntos fijos, desde ese erróneo adueñarse de dinero ajeno y ser acosado, a quien dirige y perpetua el acosamiento pues se entretiene sin motivación, arranque ni fuerza en colaboradores menores que asfixian y enrarecen un ambiente cuya sequedad, tortura representativa inicial era gusto por discernir qué se escondía tras el mismo, sin embargo acaba fustigando ese primerizo deseo de saber más, que ya desde su aparición se mantiene en cuerda floja y cuya finura se adelgaza conforme pasan los minutos hasta romperse y aniquilar todas tus apetencias y afectos.
Irrita su poca habilidad para mantener el interés del espectador, su severidad, crudeza y muertos silencios atraen por instinto pero su traspaso de cazador a cazado, siempre atractivo y excitante, de rastrear animales inocentes a observa como el ciervo disfruta del espectáculo de ser otro el destinatario de la bala en curso es sabroso, disparo que ya no lo enfoca a él sino a su enemigo de años con esa vuelta esquiva e hipócrita, huraña, retorcida y feroz que da la vida buscando su propia justica es manjar a degustar con ánimo que, simplemente cae y se derrumba ante la falta de ilusión y seducción que invite a abrir apetito en la cena.
Los diez primeros minutos despertarán tu anhelo de investigar qué más hay, qué puede aportar este errante llanero de las montañas, indagación que se mantiene en tregua, parada momentánea mientras se pone el mantel, se distribuyen los cubiertos, sirven los platos y los comensales se sientan a la mesa 
pero, para entonces todo vira hacia el agotamiento ocular, de cognición poco agraciada, que apenas se mantiene a pesar del esfuerzo de Sam Rockwell por hacer tan apetecible su personaje como meritoria lo es su actuación, dura y profunda, palpable y respetable, sin ningún reparo y con merecido aplauso que se gana, sin duda alguna, aunque con lamento se deba admitir que no es suficiente, se necesita más...,como tampoco lo es la correcta dirección de David M. Rosenthal pues pronto se carga, esa competente bienvenida al reino de las sinceras e inquisitivas preguntas, por una sala de espera de las respuestas cargante y soporífera.
Ese nimio apego y aprecio por su desarrollo y desenlace no es achacable a la película sino al contenido de una narración de la cual nace y copia página por escena, otra cosa es que lo que alienta y absorbe en letra gráfica, produzca desgana en fotograma, penoso desfase que se produce al no acertar con arte y soberbia en su trasvase.
Aire viciado, incidente inoportuno, mal de conciencia que no descansa, desconocido al acecho, perturbadores sentimientos encontrados, desmorone de las esperanzas..., tan obsesionado estaba en mirar atrás, en recuperar su feliz pasado que se estrelló contra un amargo presente que anuló cualquier resquicio o posibilidad de futuro afortunado.
Y, finalmente, vino a buscarme, "...,como se viene la muerte, tan callando, cual presto se va el placer da dolor, como a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor"