sábado, 18 de julio de 2015

A primera vista

Leonardo es un adolescente ciego en búsqueda de su independencia. Su vida cotidiana, la relación con su mejor amiga, Giovana, y la forma en que ve el mundo cambia por completo con la llegada de Gabriel.


"Cosas del amor, cosas de la vida, tú eres mi águila real, yo te gacela herida"; modesta pero nutritiva, efectiva y apetitosa..., simple pero completa.
El despertar a la vida, el primer amago de rebelión, indicio de carácter, primeros roces con los padres, deseo de autonomía, primera pelea con tu mejor amiga, manifestación de tu persona, primer deseo, atracción sexual, descubrimiento carnal del cuerpo, placer devorador, primer atrevimiento a sentir, manifestar y aceptar, primer beso, primera caricia..., bienvenido al mundo del existir y estar, del equivocarse y acertar, tropiezos y regalos del divino experimentar que conforman la existencia, para bien o para mal.
El complicado y aventurero adentrarse en la pubertad, asustada/amada/dudosa adolescencia de cualquier chico en el ciclo normativo de crecimiento, con la salvedad de esa ceguera característica que le hace demandar, con mayor fuerza si cabe, esa necesidad de espacio, independencia y libertad de poder tomar sus propias decisiones, sin el salvavidas de una madre protectora que teme el daño que se pueda hacer, o le puedan provocar, ante esa añadida indefensión de tener que confiar en los demás para valerse y hacer camino.
Escoger bien, aprender del error, esquivar al necio, apreciar al honesto, compartir espacio con el miedo de la interrogante respuesta, todo un delicioso panorama de primeras veces, irrepetibles, traído a pantalla con espléndida naturalidad, apreciada sensibilidad y exquisitez cotidiana de tratar varios 
frentes sin polémica pero con arte y gusto, esas perversas bromas graciosas, sin gracia, e insultos mundanos de lelos que conviven, en mismo grado, con la seguridad y confianza protectora del verdadero amigo, delicia de tres personajes, Leo, Giovana y Gabriel que iniciaron su andadura en el corto del cual nace la cinta, "No quiero volver solo" del mismo director y guionista, y que aquí alargan su contacto íntimo, su anhelada cercanía, su confortable compañía, su unión sólida con entusiastas primeros planos de las manos, la vista, el cuerpo, comunicantes silenciosos que se aprovechan de su ventajoso mirar del que el otro carece, tímida y ávida mirada que habla sin necesidad de palabras como enlace de ese conocerse y conocer, exponerse y descubrir que pone en peligro toda la estabilidad consabida.
Sentida conexión, de firmeza exploradora, con su trío protagonista, sencillez sabrosa de observada consistencia que mantiene su pulso con ese estilismo y decoro, acierto de abrir tus emociones y empatía hacia ellos y que la misma no decaiga en ningún momento, frescura jovial, dulce y sensitiva, un placer de comitiva a la que incorporarse sin lamentos y con abundantes beneficios, grata música acompañante 
para ese sutil, al tiempo que rotundo, desfiles de amor, amistad, dolor, celos, enfados, decepción, alegrías, pérdidas y encuentros, más la confirmación, en su dosis justa, de una taza idónea por cada una de ellos, triunfando por encima de todo la delicadeza, destreza y habilidad para exhibir, con seducción plena, algo tan evidente y cotidiano como dejar atrás una etapa y empezar la próxima.
Comodidad visual, simpatía cardíaca, sugerente cognición que, sin gran esplendor pero enorme emoción, te lleva de la mano a ese pasado ya superado pero totalmente nuevo e inesperado para los presentes, Daniel Ribeiro sabe ampliar su precedente relato con enternecimiento y magnífica vivencia, la sonrisa como carátula de suavidad y aprecio en este acertado intento de contar lo ya conocido/varias veces relatado con exclusividad y cariño, respetado trabajo que satisface, no empalaga y se digiere con encanto.
Adolescencia, adolescere, el que está creciendo, trayecto de obligado paso, con mayor o menor fruto según el riesgo y fortuna de las decisiones, pericia y 
aptitud sin rodaje ni previa práctica que hace lo que puede y asume lo que de ella se deriva, espíritu libre de ingenuidad aún no perdida que cree en la fuerza de derribar muros y el valor de subir montañas; aquí se empieza con una estoica confesión y el atrevimiento de robar un beso para, si hay suerte, poder acceder a mayor.
"A primera vista", preferencia de mirar sin ser visto, delatados sentimientos no manifestados que bullen en efervescencia mientras, el indefenso receptor de los mismos sólo cuenta con la inocencia de sus gestos y palabras, con la beatitud de su ignorancia, que obtengan recompensa o no es rico gozo y satisfacción de observar la película.



No hay comentarios: