jueves, 30 de julio de 2015

Bird people

Gary es un norteamericano que llega a París, se registra en un hotel, deja por teléfono su trabajo y a su mujer, apaga su móvil y comienza una nueva vida. 


Laberinto sin salida construida, crucigrama sin resolución oficial a menos que te la fabriques y proporciones a ti mismo, a tu gusto.
El gran héroe americano experimenta, por primera vez, la sensación de volar con una deliciosa patosidad que atraía y encandilaba; el poder de volverse invisible tenía la exquisitez de indagar en la vida de los demás, sin permiso, y estando al tanto de todo sin peligro; aquí, Audrey, junta ambas facultades al transformarse en libre pájaro que vuela sin preocupaciones y con todo a su abasto; por otro lado, también tenemos a Gary quien, tras un ataque de ansiedad por sentirse terrón de azúcar disuleto en el fondo de una taza, decide cambiar de rumbo, soltarse y empezar de nuevo.
Felicidad al alcance de la mano parecen buscar ambos, fábula y realidad intercambiadas donde, ante su aburrida e inapetente visión te preguntas ¿a dónde me quieren llevar?, porque el comienzo es interesante, su sinopsis apetecible pero ¿dónde queda toda esa sugerente idea?, pues ambos realizan sus fines, logran su propósito buscado, evadidos y sin ataduras inician su inesperada y desconocida ruta pero, observándolos me sigo interrogando ¿debo darme por satisfecha?, ¿cree, Pascale Ferran, que con tan poco vale?
Dos partes, el americano que se queda en París y la parisina que a falta de personalidad propia prefiere la de ave que todo lo ve/nadie repara en él, novato en su volátil apariencia que, al igual que su homólogo humano, se enfrentará a los retos y peligros de una diferente existencia, ¿y?, porque, todo el interés que pueda despertar en ti este escrito, es entusiasmo perdido por la presente que escribe, ante la poca gracia y atino para plasmar en imágenes el proyecto descrito.
¿Pretende se le busque un fondo metafórico, lectura reflexiva sobre la rutinaria vivencia y destino a donde ésta nos lleva?, pues suerte, yo pase largo rato pensando si acabarla o ¡ir a otra cosa! y, aún con la ilusión e ingenuidad de que mejore, revivan mis ganas y encuentre simpatía por la muestra referida, ésta no acaba de encajar ni hacer mella; soledad/compañía, voluntaria o escogida, juega con ambos factores alternando sus combinaciones, sueño realizado que mejora la realidad, que te despierta de tu catatónica andadura de sonámbulos pasos pero, "El mago de Oz" tenía más maña y ocurrencia para este tipo de simbolismo, metamorfosis que queda en estéril paso de los fotogramas, para confluencia de ambos interrogantes con respuesta totalmente abierta, en un diferente-pero-similar de poco aprecio dado el previo que hay que atravesar hasta llegar a ellos.
¿Jugar a encontrar la filosofía escondida?, puede ser buena tarea para poder sacar algo de ella pero, en el fondo, sólo hallas una cinta de espíritu rancio que no abre amistad entre el espectador y el personaje, simpatía curiosa que va cediendo al compás de los minutos para remontar leve vuelo final que tampoco es la guinda del pastel, pues éste, de suculenta venta y aspecto, al entrar en su consumo, ha resultado ser pesado y cargante, futil somnolencia por no alimentar, con más intensidad y mérito, las imágenes y ser más atractivo el guión, absorbidas frases y expresiones que sólo aumentan la ida ocasional, o definitiva, de su comprensión y compañía.
La fuerza, elipsis y seducción de Josh Charles y Anaïs Demoustier lo mejor de la historia, su insinuación del cuento de la cenicienta, donde el propio príncipe se rescata y huye del asfixiante castillo para hallar su piedra angular, junto con quien inicia similar travesía, mucha deducción para tan poco alusión y, en general, sopor y desgana si ya te agobias al principio por su lentitud e inconexión, inquietud sin pista de aterrizaje donde descansar si aguantas y logras algo que deducir de la misma o, pasotismo inexplicable dada la curiosidad aniquilada con la que terminas conviviendo.
Mirar por la ventana, fumar, intentar respirar, coger fuerza, hallar valentía y "just do it", como fantásticamente usó la conocida marca para elevar el precio de su producto a niveles desproporcionados, al 
igual que este largo que otorga a sus protagonistas, la automía y emancipación sin sobrecargas, a cambio de imponer al vidente una saturación y recargo misterioso que molesta, aturde y tienta al abandono.
"No pido riquezas, ni esperanzas, ni amor, ni un amigo que me comprenda. Todo lo que pido es el cielo sobre mi y un camino a mis pies", sólo que tú expresas con más habilidad, claridad y arte lo que, estos largos 127 minutos intentan con enorme torpeza, con inútiles e inconvenientes subterfugios y una aleación metafísica que se convierte en su peor amigo y lastre.
"Bird people", gente pájaro a quienes se tiene envidia por la libertad de la que gozan, ¿habría que preguntar a los mismo por la gente?; mejor no sigo escribieno y que cada uno deduzca y haga su contribución personal, más o menos es lo que demanda y espera esta historia de ti..., ¡creo que continuo siendo en exceso optimista!



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