jueves, 2 de julio de 2015

El arte de pasar de todo

George (Freddie Highmore), un adolescente inteligente pero solitario y escéptico, cambia de actitud cuando entabla amistad con Sally (Emma Roberts), una joven que le gustaba desde hacía tiempo. 


"La felicidad es algo que debes cuidar", consejo apabullante de una madre a su hijo pero ¿es que acaso puedes tenerla, atraparla o conservarla más allá de su voluntad?, ¿no es tan fugaz, etérea y esquiva que se tiene y pierde por igual?, ¿se siente su presencia como majestuoso sentimiento que te inunda de placer y gravidez, que explosiona en el corazón cual sutil arma poderosa, incesante e incandescente, contra todo mal/su ausencia como letanía soporífera y angosta que hunde y aniquila todo tu ser hasta anular tu persona?
"No tengo nada que decir", la mejor repsuesta que se puede decir de un chaval honesto y sincero, leal y fiel a si mismo que admite "Tengo un problema con la motivación" pues "Si vivimos solos, morimos solor, todo lo demás es una ilusión" ¿qué sentido tiene nada?, ¿para qué esforzarnos?, ¿implicarse en nada?, cuestiones metafísicas que inundan su mente y alteran su bienestar, un levantarse para acostarse y, mientras tanto, no participar en nada, deambular consigo mismo en unidad que ocupa todo el espacio y tiempo.
Su destreza, simpatía y encanto residen en el acierto de la elección del protagonista, un adorable y tierno Freddie Highmore al que, sin duda, cogerías de la mano, con quien, sin pensarlo, te sentarías a charlar y de quien, inevitablemente, te quedarías prendado después de fijarte en él entre la sosa mutitud al descubrir sus anómalos y deliciosos atributos, un placer de compañía que sin contar nada nuevo que no forme parte de la dura tarea de crecer, del riesgo del avance, de la decepción del fracaso, el esplendor del beneficio, de la angustia de la duda, de la firmeza de la decisión lo hace con carisma diligente, brisa fresca y delicadeza de encarar el feroz trauma de la finalidad de esta vida, el pretexto para vestirse cada día, el fundamento para hacer algo más que desfilar, con parsimonia, hasta la llegada de la segura y esperada muerte con gracia, esmero y una dulzura apetente que te permite estar atenta, con más ganas de la admitido, a las palabras y reflexiones de este melancólico de la existencia que despertará de inmediato cuando haya que pagar la hipoteca, tenga que hacer los deberes, quiera graduarse y deba dejarse de bromas pues la vida le golpea con severidad en la mejilla para interrumpir su desidia y que empieza a mover ficha.
"..., me apabulló la tristeza cuando comprendí que cambiaría y todo sería peor, como una nostalgia por el presente que nunca tendría fin", y a pesar de ello, nos embarcamos en esta difícil tarea de andar y hacer camino, aprender y perdonar, suspender y proseguir, mezcolanza de un pasado superado/esperanza de un futuro siempre mejor y, mientras tanto, un presente exiguo que se nos escapa sin darnos cuenta y cuyo potencial, real y factible, es lo único que tenemos; un canto a la vida que empieza con un temor a la misma, un modesto y humilde "Reality Bites" centrado en la etapa anterior, ese dificultoso elegir la ruta cuando no se sabe el destino ni se está seguro de querer llegar a meta, escuela maldita e inolvidable que pretende ser guía y la cual, el artista autodidacta a quien gustan las capas, desprecia y rechaza hasta que la sesión de prueba termina y da paso a la realidad.
Argumento ordinario compuesto por un perspicaz y elocuente guión y un atractivo personaje principal, secundarios agradables y un compás maduro a través de los ojos seductores de un adolescente cautivador, elementos clave de esta pieza exquisita, sugestiva, de visión sencilla, hechizo cordial y recompensa fructífera; un ángel, todavía no mancillado, que conserva su inocencia e inicia su despunte a la adulta existencia, responsabilidad de asumir tus actos y consecuencias, aprecio y consideración que entregas con voluntad, deseo y sin lamento.
La virtud de acertar sin escándalo ni gran revuelo que deja un grato y gustoso recuerdo, comienzo del árbol de su vida, descubrir a quien lleva dentro, decidir el recorrido, sentir la intensidad de cada día, la alegría y tristeza que se intercambian por minutos, libre y atrapado por igual..., sentimientos a flor de piel en una noria emocional difícil de manejar, todo ello con sabias maneras y breves apuntes de elocuencia; atractiva soltura y deliciosa rareza para el ¡arte de vivir!, sin más.