martes, 7 de julio de 2015

Espías

Susan Cooper (Melissa McCarthy) es una modesta y sedentaria analista de la CIA y la heroína olvidada de las misiones más peligrosas de la agencia. Pero cuando su compañero (Jude Law) desaparece de la faz de la Tierra y otro agente (Jason Statham) se ve envuelto en problemas, Susan se presenta voluntaria como agente secreto para emprender una misión encubierta en la que se tendrá que infiltrar en el mundo de un sanguinario traficante de armas para evitar un desastre mundial. 


Cuestión de eficacia, valoración y sobrepeso, a mi no me ha hecho ni puta, perdón, pizca de gracia, hilaridad nunca hallada aunque los demás las vean en demasía, sencillamente se me atragantó y asfixió.
Un expectante James Bond teledirigido, con entrada musical de cartelera explosiva que le homenajea, se augura, a continuación, un buen espectáculo; ¡qué corta fue la vida de ese pensamiento!
"Al mal tiempo buena cara", pues acaba de llegar un vendaval de tormenta, que sorprende y aplasta mi alma y desfigura mi rostro, anulando cualquier resquicio de sonrisa, alegría o humor posible, todo empieza a verse como negro devastador, de entierro inesperado, ante la muerte y funeral de mi ilusión y entusiasmo.
Jason Statham ¿qué haces en esta película?, ¿dejando tan mísera huella de tu presencia?, entiendo la necesidad de ampliar tu marco de actuación más allá del género de acción pero ¿no había una oferta mejor que de espía majadero, que habla como un loro impertinente y parlanchín, que se mueve entre el insulto memo y el desdén injurioso?, ¡qué agravio escucharte, por Dios!, ¡Si hasta Silvester Stallone, en su intento de cambio de registro y hacer comedia, eligió con más habilidad el terreno por donde se movía!  
Melissa MaCarthy tuvo un momento genial, de indiscutible éxito cómico como la mejor amiga de la novia -prima en dicho caso-, volvió al mismo nivel, después de varios bacatazos, como compañera estupenda de Sandra Bullock y, de nuevo a la miseria de deambular sin-ton-ni-son ni nada digno que mencionar y ¡he aquí que está!, intentando alzar de nuevo el vuelo para estrellarse cual fallido Ave Fénix que tropieza con su propia incompetencia, más un montón de tonterías de diálogos cutres, baratijas de escenas y la misma necedad de charanga que viene repitiendo sin pena, ni gloria, ni filme que la rescate.
Y luego están las inmensas y logradas conversaciones que, mucha buena voluntad e intención de despertar la risa, que no es lo mismo que la sonrisa, pero ¡ofenden al oído, a la inteligencia y al buen gusto!, ¿se supone que la mediocridad del insulto repetitivo, exagerado y en uso excesivo es para crear gracia, diversión y un ambiente genial de genérica fanfarria?
El guionista-director, de este artificioso show de consumo indigesto ¿se fue de juerga, para inspirarse y escribir sus sentencias o, simplemente estaba ebrio, porrado o una combinación milagrosa de ambas? Y lo ya inexplicable, ¡decir de Marte es quedarse cortos! es la barbarie de alabanzas y adulación por todas partes porque..., cuando te recomiendan algo por chistoso y ocurrente, donde pasarás un grato tiempo de ocio, te preguntas ¿soy yo o son ellos de otro planeta?, porque no se entiende ¡la verdad!, ¿hemos visto lo mismo?, ¿en serio es célebre esta colaboración de Paul Feig con la susodicha protagonista que explaya toda su obscenidad, como atributo de gala a presumir, siendo tal banalidad lo único con lo que cuenta?
Pues, después de todo y como conjunto de media, lo único que se salva y vale la pena es la introducción de Jude Law, ¡mira si vamos bien!, y dicen que las escenas de acción son buenas,  ¡será en aquellas escasas cuando la suplantación del doble no sea tan evidente y clara!, yo si fuera Jackie Chan estaría molesto por el intento pobretón de copia de mi especialidad, ¡hasta pediría una indemnización!
Y el tostón de tontería seguida por estupidez continúa, decorado por sus inseparables palabras malsonantes que certifican, sin cesar, la mediocridad del instrumental, el deterioro de los ingredientes y la bazofia del plato elaborado ¡y son dos horas!, cuando a los treinta minutos ¡ya estaba mirando el reloj! 
Vulgar en general, de mal gusto según fotograma específico a elegir ¡por doquier!, y suspiro aburrida, desganada y ¡hasta el colmo de tanta desfachatez sin acierto, ni tino, ni colmo que la pare!, y queda ¡media hora de machaque incesante!, sopeso abandonar y dejar la sala pues ya no es sólo el sentido auditivo ¡el ofendido y maltratado!
Y la mirada de mis ojos, apoyada por mi perplejo cerebro y razón de vuelta y media, protestando sin cesar, se cuestionan..., aquellos que se ríen esporádicamente ¿lo hacen con sinceridad o es el típico espectador, que gusta llamar la atención, aunque sea a través de la falsedad de su fingida diversión?,  porque mucho crédito su carcajada estridente, forzada y solitaria ¡no acaba de poseer!
Martirio inapetente que seca las ideas al intentar escribir sobre ella; hay errores imperdonables, otros que matan, luego está éste esperpento de cinta que estropea una esperada noche de buen cine y mejor compañía; esta última no tiene la culpa de la elección, yo sí por escoger lo que se prometía como diversión y distraído recreo y ha resultado ser más de lo mismo, cantidad de decorativa indumentaria de calidad muy baja, fútil y triste, ya ¡ni discutible!
Inapacable tortura cuyo deseado final se hace mucho de esperar y, lo mejor de la velada, volver a casa conduciendo, con buena música, la hermosa luna llena observando mi andar nocturno y desgustando una deliciosa piruleta roja que borre el mal sabor de boca dejado.
"Espías"..., comedia distendida y ligera para pasar un buen rato; y yo, tonta de mí ¡voy y me lo creo!