lunes, 27 de julio de 2015

Lío en Broadway

Arnold tiene una vida perfecta: está felizmente casado, tiene dos hijos y un magnífico trabajo como director teatral en Broadway. Pero todo cambia cuando contrata los servicios de Izzy, una joven y prometedora actriz que alterna su discreta carrera artística con servicios nocturnos de compañía. El flechazo es tan profundo que Arnold decide ayudarla económicamente para que se centre en el mundo de la interpretación. El plan se torna en pesadilla cuando Izzy consigue un papel en la obra que dirige Arnold, en la que también participa su mujer, y que se convierte en un trío imposible. 


¡Qué tristeza de película!, ¡qué anorexia de relato!, ¡qué desgana de consumo!, y se supone que ¡es una comedia!, pues no te digo yo ¡dónde quedó la risa, gracia y salero!, ¡en el cajón de la mesita del escritor!, porque dudo sea culpa de los actores, el ímpetu y esfuerzo de éstos es obvio y evidente, lo único que te mantiene pegado a la pantalla sin retirarle su malgastada oportunidad de cumplir con su labor de juerga ligera; cosa distinta es que tengan algo a lo que acogerse, material decente con el que entretener al personal atontado y obsoleto ante tan poco acierto.
La dirección de Peter Bogdanovich, tanto tiempo desaparecido de las salas, es sencilla y facilona, discreta y adecuada, sólo juntar los elementos en escenario digno y dejar que el batiburrillo haga efecto, proporcione distracción, sonrisa y una velada grata, lo cual ni por asomo se cumple dado el panorama, contenido y efectos del mismo pues, visionas todo el teatro con ese ahogo sentimiento de pena, sopor y asombro por el ridículo intento de mímesis de un Woody Allen, cuya metamorfosis y parodia ofende al más indulgente y benévolo del lugar.
"Lluvias de confusión" corren por mis venas intentando hallar respuesta a tan trágica representación donde, Jennifer Aniston ¿qué papel te han dado?, ¡el de cutre neurótica que debe distraer al personal de tanta nimiedad sin gloria! y Quentin Tarantino, ¿tu cameo es por apoyo a la causa, de convicción nefasta, o por aportar ese toque de carisma y humor que de otra forma nunca se alcanza?, porque Owen Wilson, en su misma estela, es de los papeles donde menos hace el tonto, la compañía femenina está de comodín para el pretendido suculento enredo, los vejestorios de 
pegamento para abultar, el lelo pretendiente ¡qué quieres que te diga!, siempre tiene que haber uno y, en términos de visión general, ¿quién no recuerda aquella fabulosa serie "Apartamento para tres"? pues, aquí con 7 y la cola, la ocurrencia, alegría y hermanos sinónimos siguen sin ver la luz del día y ¡eso que vi la cinta de noche! para ver se se animaban y ¡dejaban algún destello de su esencia y ser!
"Creo en los milagros, en los cuentos de hada, en el rosa, en el príncipe encantado, en que todos merecemos conseguir nuestros sueños" bla, bla, bla..., creo que acabo de ver una lamentable pantomima, de comicidad olvidada, que finge con urgencia de requerimiento demandando, siendo lo recibido, somnolencia y pesadez de no reír porque tampoco daba para llorar.
Entusiasta teatro de locura y caos permanente, con cierto aire de elegancia a memoria de un cine pasado, ingenioso y degustativo que cuidaba las formas, los personajes y su relación, dicen los entendidos..., ¡tonterías!, escrito por usar vocablos y no hablar pues es fácil pillar la mentira cara a cara, difícil descubrir el amiguismo condicional cuando es en letra impresa.
Con ganas quiere reírte, con voluntad deseas que te agraden, con imperiosa necesidad solicitas pasar un buen rato y hallar el agudo humor que te se escapa, incluso analizas las escenas, el intercambio de diálogo y la configuración del circo recreado indagando y preguntado por su garbo, chispa y simpatía, disculpando esa sonrisa y carcajada que se niegan a surgir por voluntad propia pues, puede que seas tú que no estás receptiva o en la onda adecuada..., ¡tonterías!, tus emociones no engañan y éstas no se mueven un ápice por mucho que ruegues y las fuerces, no hay evidencia más clara, de la falta de diversión y esparcimiento honesto, que el hecho de tener que preguntar por la risa y su regocijo; si éstas no están espontáneamente en primera fila, siempre dispuestas a levantar la mano y salir, por deseo propio, al tablado es que están pérdidas o escondidas dado el nefasto componente observado y sus melancólicos ingredientes.
"Ardillas para las nueces", monos para los cacahuetes, roedores para las almendras..., y ¡lo que se quiera!, desternillante paseo que intenta volverlo todo del revés para encauzarlo de nuevo, teoría muy bonita de aplauso concedido si no fuera porque, en la práctica, el resultado es nefasto, pobre y desafortunado.
"Lío en Broadway", intriga de affaires, desorden de envoltorio, ridiculez de conjunción, frialdad de consumo, como esa genial ocurrencia que, en su composición de sujeto, verbo y predicado, es eficaz y enérgica pero que en activo, como candidato a destapar hilaridad y recreo, estrepitosamente falla en su ineptitud de contentar al oído y saciar a la razón para que traslade, esa eficiencia y complicidad, al resto del cuerpo; quedas en tierra de nadie.
¿Cuánto vale una sonrisa?, su valor no tiene precio, su presencia simpre requerida, su halo instantánea imposible de falsificar, es la cura ás valiosa para el corazón, oxígeno para el abatida alma, sensación inmensa que te transforma y revive de las sombras, el breve cielo en la mortalidad encubierto, el fervor de alivio y dulzor para las penas..., insisto ¿cuánto vale una sonrisa?, lo siento, no se la puedo vender, ni ceder, ni prestar, es libre, sincera y autónoma, filántropa que ni se finge ni se compra, está o no es presente y aquí, su generosidad siempre dispuesta a coger esa mano tendida por fútil que sea, ha optado por abandonar el plantel y decir "good bye", ¡ahí os quedáis!
"She's funny that way", pues ¡enhorabuena!, al menos alguien lo es. 



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