jueves, 10 de septiembre de 2015

Big game

El Air Force One es derribado por los terroristas dejando al Presidente de los Estados Unidos varado en un pasaje desolado de Finlandia. Sólo hay una persona que puede salvarlo - un niño de 13 años llamado Oskari.



Es muy básica, elemental y apenas nutritiva, no se molesta en cuidar el interior, en dar densidad a su camino, en crear una trama potente que le de consistencia a la acción, también muy irrisoria y absurda; simplemente, dispone las piezas mínimas, con el escenario esencial, la excusa justa y ¡a correr!
Samuel L. Jackson, de presidente de los Estados Unidos, muy limitado y grotesco en presencia, carácter y en todos los sentidos -¡dónde quedó aquella interpretación de Harrison Ford!-; Onni Tommila, como niño aspirante a la caza del hombre en que se convertirá, correcto, sin más; como pareja unida de resistencia y supervivencia que debe hacerte pasar un rato alegre de grata relajación, no pidamos grandes pretensiones o deseos, así será menor ¡la decepción de lo encontrado!
Suena a payasada infantil, teatro para la merienda de la tarde sin mucha gracia, acierto ni encanto, pues expone un tema serio y robusto, de apetencia en sus posibilidades de entretenimiento superfluo y que sólo podría solucionar el mejor Liam Neeson de la época pero, las escenas y acontecimientos son de circo de la risa, por vergüenza ajena ¡no te creas!, penosidad para una vista que, incrédula de tanta baratija, sigue observando ¡vete tú a saber por qué!; aventura osada, transmitida por radar, que se queda muy escasa y lela de lo prometido y ansiado, su nivel no alcanza para grandes cuotas de esparcimiento enérgico y voraz, más bien pasatiempo endeble, sin excesivo carisma, y con evidentes carencias de atención, cuidado y estima.
Porque correr, corren, y disparan, y hay explosiones, y mientras tanto, los inútiles de traje y corbata, mirando la supuesta diversión por pantalla acomodada, pero en todo el tinglado montado, no convencen los diálogos, los personajes no dan la talla, las escenas siguen la pauta planeada aunque en formato de triste pantomina, un accidente de fin de semana, infortunado desde su primer minuto, que baila en la cuerda floja ya que, se le otorga crédito al principio, pero éste se desinfla velozmente conforme rueda y hace estragos en su avance.
Se que es cine familiar, para pequeños y todo eso, que es conveniente evitar ciertas acometidas y demostraciones agresivas de fuerza, ligereza de consumo apto para todo tipo de vista pero, no estamos ante una gran cacería, más bien tibieza de recreo que no llega a gran lugar, insustancial pretensión que logra su media propuesta, distinta cosa es que, la susodicha, sirva para la mirada de quien necesita más refuerzo y condimento.
Producción finlandesa que trata de imitar, en su inconexo argumento, películas de mayor calado y 
miramiento, y que se acaba convirtiendo en festival soporífero, poco creíble/bastante vacuo en cuanto a diversión, juerga o posible cachondeo, que logra pasar por todos los puntos previstos para estos casos pero, con un intercambio de palabras, sentencias y lenguaje discursivo que te hace llorar ¡de tanta cutrez!
Facilona, simple, de distracción inoperante, desfila toda su fantasía narrativa, extraída de una mente poco dada a la invención con talento y agudeza, con la desfachatez y ágil despreocupación de narrar lo ya dicho y visto con anterioridad, sin mejorar ni igualar a sus versiones hermanas; con una bajo presupuesto y guionistas sin grandes ideas -Jalmari Helander, al compartir su escritura con la labor de dirección, se lleva doble culpa- se encuentra alejado de cualquier posibilidad de veracidad, disfrute o enganche.
El Air Force One, helicópteros, cazas, caídas, saltos en paracaídas, una cápsula .que molaría fuera del tiempo, para reconducir lo ofrecido-, más una insinuación de trama suntuosa en las altas esferas gubernamentales..., y lo que sale es un producto en rebajas, de última y extrema temporada, por falta de estímulo, vivacidad o apetencia, que no cumple la misión de distensión encargada por bajeza de miras y timidez de objetivos, sumisión generalizada que ni contenta ni agrada pues, en resumen, es deficiente e insuficiente lo entregado.
Mediocridad sin relevancia ni productividad, su capacidad de interés e intensa complicidad, para con el público, están al son de su radio de efecto, es decir, corto, ¡cortísimo! y extremadamente exiguo; creación sosa e inerte, que no creo, guste o contente a nadie, pues el espectador chico, demanda algo más que esa ridiculez expresiva sin emoción ni atrape, y los mayores..., ¡ya ni te cuento!
La presa a perseguir es importante, los cazadores muy pobretones, el héroe que debe salvarle ¡que poca inspiración para dotarle de habilidades, carácter e ingenio!
Mísero ocio que no arregla el momento que se le concede.
¡Paciencia!, otro error de mi intuición fallida que golpea a una ilusión, aún de pie, pero decaída. Se busca compensar el fracaso.



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