martes, 22 de septiembre de 2015

Eden

En la década de los 90, la música electrónica se desarrolla a gran velocidad. En la excitante vida nocturna parisina, el joven Paul da sus primeros pasos como DJ. 


Primera parte..., ¡soy el rey del mundo!, todo a mis pies, todo a mi alcance; segunda parte..., el titánic se estrella y hunde, como un peón más debo nadar y aguantar a flote para no acabar demente y congelado. Dos caras de una misma moneda; triste final, para un Edén, de inicio tan prometedor.
¿Dónde quedó el sueño por el que tanto peleaste?, ¿en que se convirtió?, ¿cómo te transformó?, ¿dónde terminaron tantas ganas e ilusión?, ¿acabó destrozado en devastador calvario?, ¿hubiera valido la pena no tener ninguno y no sufrir la humillación de intentarlo y estrellarse?, ¿o no hay nada de qué arrepentirse?
Está claro que si eres un amante de la música electrónica disfrutarás más de pleno de esta historia, de su auténtico corazón de incesante ritmo y melodía aunque, no es requisito indispensable para hacerte con ella y apreciarla pues, al fin y al cabo, es la narración evolutiva de quien tenía una meta y fue a por ella, creencia en sí mismo de su talento y posibilidades, convicción de futuro y triunfo, seguridad y esperanza de trazar su propio camino, estructura que se va observando en su evolución, desde la presentación de "Cheers" y su "paradise garage", hasta su perdición y extenuación en la misma música que, años antes, había sido inspiración de creatividad, orgullo de sentimiento de pertenecer a una dolce vita parisina que, en realidad, acaba engullendo a todos sus integrantes.
Ideas, formas, conceptos nuevos, invención, interpretación personalizada, aventura de un grupo de inspiradores que viven la noche en profundidad, que aspiran con energía cada segundo del día y que están convencidos de tener algo importante que decir, que hacer y que aportar al mundo, dogma de fe para ir por su ruta, sin oír consejos en contra, aunque éste les lleve directamente a la desolación y ruina tanto espiritual, corporal como económica.
Sin necesidad de ser amante de la música estrella, ni experta conocedora de su riqueza, ello no impide apreciar esa confrontación de la realidad cuando la quimera expone sus cartas inalcanzables, frustración de reconocer la trabajosa hazaña realizada, todo el esfuerzo, empeño y coste emocional de la inversión y el desgaste de valor padecido, reflejado a través de las distintas e infructuosas relaciones que experimenta el protagonista, a lo largo de sus diversas etapas.
Mia Hansen-Løve ofrece una fotografía generacional, serena, fluida, jovial y descriptiva de un crecimiento arduo y difícil, el que supone abandonar el cuento de cenicienta y afrontar que no hay premio ni castillo, sólo deudas a pagar, trabajo a buscar y rehabilitación que comenzar, brillante expedición que atraviesa momentos sombríos, de gloria, de confusión y de nostalgia, mezcolanza de adrenalina que al no hallar más iluminación y arrebato, acepta su porvenir, así como el devenir de sus actos.
La consumes con entereza, con visión curiosa -que no intrigante- de a dónde va aunque, no hay implicación estimulante ni complicidad apasionada, visión cómoda y relajada que expone el desarrollo y progresión de un joven que quiere comerse el mundo, pero cuyas fuerzas se ponen a prueba, y cuyos agravantes ya no son excusa para comportarse como un ridículo adolescente, entrado de lleno en la madurez, irresponsable.
Intimista y vital en cuanto al conjunto de personajes, en cuanto a su unión y relación de amistad, con gustoso ambiente progresista y un argumento sólido de reconocible espíritu y palpable esencia de lucha por lo que se quiere, de apostar todas las cartas a ese caballo ganador que eres tú y en quien crees a ciegas, tu valoración será imparcial y distante pues no te involucras ni te dejas arrastrar por sus sueños y locuras, neutralidad pasiva de quien saborea pero no se emociona ni entusiasta y, aún así, es capaz de valorar la tarea.
Su trabajo es concienzudo y loable, la sentencia positiva sólo que sigues acomodada, sin alteración ni garbo después de su disfrute, vamos ¡que eres el que está en un rincón de la discoteca, sin bailar ni participar de la fiesta!, a pesar de admitir que es un gran local, de música estupenda y ambiente genial.
¿Qué contarás cuando te pregunten qué tal la noche?, pues gente novedosa, atmósfera estupenda, simpatía de libertad sin ataduras y atrevimiento de probar experiencias sin lamento pero, no era mi rollo, no logré aclimatarme, únicamente les vi llegar, actuar y pasar, aplaudí pero sin enmarcarme en su proyecto ni participar de su aventura; ¡vamos, que seguí todos sus pasos y estimé su invitación!, pero no logré despertar el anhelo y afán por irme de marcha con ellos y tomarme unas copas, aunque eso sí, no niego que todos eran geniales y que deberías conocerlos.
¿Entonces?, un living la vida loca, interesante pero ¡que no va conmigo!



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