lunes, 14 de septiembre de 2015

Magical girl

Luis, profesor de literatura en paro, trata de hacer realidad el último deseo de su hija Alicia, una niña de 12 años enferma de cáncer terminal: tener el vestido oficial de la serie japonesa de dibujos animados "Mágical Girl Yukiko". El elevado precio del vestido llevará a Luis a intentar encontrar el dinero de forma desesperada cuando conoce a Bárbara, una atractiva joven casada que sufre trastornos mentales, a su vez relacionada con Damián, un profesor retirado con un tormentoso pasado. Los tres quedarán atrapados en una oscura red de chantajes, en la que instinto y razón entran en conflicto.


No supe de ella en su estreno pero, al ser nominada como candidata opcional a representar a España en los Oscar's, y sin ni siquiera conocer su sinopsis, me lancé de inmediato a su búsqueda, visión y opinión sobre ella.
Y, estoy impresionada, agradecida y contenta por esta suculencia de guión que aborda todas sus intenciones con resultado magnífico, logrando la captura de la conciencia y la aniquilación del estado de ánimo, más un interrogante continuo que no deja nunca de cuestionarte.
La forma en que enlaza los tres personajes es inquietante pues se apoya en una quietud y reposo que abruman y entrecortan, todo a partir del acuciante deseo de una niña moribunda, de ese precioso acto generoso de última voluntad por un ser querido, mancillado de forma ruin y tenebrosa ya que es un su pausado andar, lento y agónico caminar donde encierra el placer de esa violencia nunca manifiesta pero siempre latente, como quien se prepara para lidiar con el mal y la injusticia, técnica e instinto unidos para llevar a cabo la matanza, la estocada definitiva que acabe por redondear este macabro círculo de tres puntas -imposible pero presente- que, totalmente irracional, se decanta por su versión emocional, cuya accidentada conexión es fatal para el corazón y confusa para la mente.
Razón calculadora que une de forma accidentada, con serenidad perturbadora, con calma asfixiante, pánico sin grito ni escándalo que, educadamente, atraviesa sus pasos con armonía, escalofrío y una tranquilidad alarmante, mentiras dolorosas/verdades aún más dolientes que descomponen el mapa y destrozan la realidad lógica, perversa alteración que todo lo encaja por hacer feliz a una niña de 12 años con 
leucemia, bárbara tesitura que no duda en seguir adelante con el despropósito y la locura puesta en marcha, poder hechizador que manipula y pervierte lo que toca, que pide completar el puzzle con graves consecuencias, que desgarra por su crueldad traviesa y su deleznable osadía.
Terror, no del de sangre, no del que llena la vista con imágenes repugnantes o el oído con gritos espeluznantes, el peor de todos, el que se presiente pero no se observa, el que acecha pero no se deja ver, el que acosa en silencio para pánico y ardor del alma, que sacude los cimientos de manera deslumbrante, poco a poco, sin prisa pero con efectividad rotunda, certeza de un argumento que sabe dónde va, cómo dirigirse y controla con estupenda precisión los tiempos, magistral sinfonía que adquiere fuerza según evoluciona para acabar en un "in crescendo" máximo donde todo se apacigua, y el temblor maligno de lo sabido y callado deambula cual espíritu vengador, vigilante y ganador.
Es exquisita en su sequedad, tirante en sus momentos muertos, desquicio de descansos que se toman su espacio para proseguir y avanzar en su delirio, cuento de inicio hermoso cuya obsesión cumplidora malogra lo que acaricia, corrompe a quien le rodea y destruye toda su belleza de principiante, la virginidad de un anhelo ultrajada por el agravio de quien, ida y loca, manipula, maneja y obtiene recompensa, sea la que sea, inocente o culpable, todos se hallan dentro del registro pues "la única verdad absoluta, lo único que nunca cambiará es que dos más dos son cuatro", lo demás se puede arreglar o deshacer.
"Si pudieras elegir un poder ¿cuál sería?", disfrutar de esta fábula, oscura e intrigante, cuyo interés se cuela sin apenas sentirlo para saciar todos tus sentidos y apetencias, como espectadora he visto cumplida mi esperanza e ilusión de gozar de una cinta sosegada, elegante y austera que se mueve alrededor de un complejo personaje al cual ni define, ni muestra completamente en su dificultad, del que no ofrece pistas y donde, aún dejándote en la duda, quedas complacida y gustosa de lo saboreado.
Abre discusión y debate, polémica por lo que no aporta y deja en el aire, a la libre interpretación o, simplemente, a la asimilación de dicha ausencia como parte de su encanto; con todo, sea cual sea la postura, significa que has estado atento, que con su parte ralentizada y su encaje de lo que quiere darte/cuando lo desea, has seguido sus movimientos y meditado sobre su por qué, que, lo admitas o no, te has implicado.
Como los buenos vinos, cultiva el paladar para su consumo gradual y paulatino, descubre sus elementos, rellena su esencia y concluye la degustación con el entusiasmo de un thriller pasional, a ritmo melancólico y penitente, donde se dejan abiertas incógnitas pero se cierra, y alterna, el ciclo, donde el esclavo y sumiso, su obediente ángel de la guardia, se subleva y pasa a ser el amo instigador y dominante, su presto y rondador demonio.
Yukiko, "magical girl", juego peligroso se esconde tras la puerta, complacer tu capricho traerá secuelas, y ni hojalata ni nada, no habrá palabra que lo pare o detenga, iniciada está la partida, no seas el tonto que cree tener un as en la manga y la victoria asegurada pues, claro es que perderás con tus ingenuas cartas.
Te envuelve, te hace pensar.  



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