miércoles, 2 de septiembre de 2015

Nunca me dejes sola

Kate es una exitosa pianista casada felizmente con su marido Evan que de repente le diagnostican como enferma terminal de ELA (esclerosis lateral amiotrófica). Bec es la joven que se convierte en su cuidadora.


Recientemente hemos asistido al éxito rotundo de Julianne Moore, en una película modesta que trataba los estragos de la enfermedad, en este caso la tan temida pérdida de memoria en la persona y familares de ésta; de pasado más distante, recordamos a la fantástica cinta francesa "Intocable", laureada por su humor, simpatía y desmarque a la hora de encarar los cuidados de una persona inválida; aquí, se nos presenta, a una mujer pianista de carrera reconocida, que conservará intacta su habilidad mental para ver, sentir y padecer como su cuerpo sufre los estragos de una enfermedad degenerativa y mortal, esa carrera de destino consabido, de la que no se quiere participar pero a la que es, abrupta y forzadamente, lanzada sin consideración ni piedad.
La vida mueve ficha, no pide permiso, pasa por encima de lástimas, súplicas o emociones terribles, devastadoras consecuencias a afrontar como protagonista de la carrera, puedes llevarla con entereza, coraje y valentía pero, ganarla es una opción prohibida que no entra dentro de tus posibilidades pues, dicha petición, no está en la lista; inesperada sorpresa la recibida que arruina un presente de demoledor futuro por delante.
Hilary Swank, siempre entregada, magnífica y soberbia, a la cabeza de un relato de sufrimiento no solicitado, pero muerte si elegida, junto a Emmy Rossum que, afligidamente, no dejan de formar un cliché dual, pareja prototipo donde ella elegante, serena y de gran fortaleza, resiste con distinción y belleza, haciendo acople y amistad con quien es un desastre andante y una calamidad atropellada, para ayuda y progresión mutua de ambas, cada una en su terreno personal.
Sólo que la historia no ofrece toda la intensidad y contundencia esperada, no da todo su potencial ni abarca todo su posible carácter, el guión se centra en aspectos concretos de la enferma como mujer que no quiere ser invisible, anulada y desaparecida a los ojos de quien, nunca, realmente, la vio -para surgir, como es, a través del roce y cariño que acompañan al dolor y cuidado de quien no se vale por si mismo-, que se atreve a reivindicar respeto y orgullo aún a pesar de no poder comer sola ni limpiarse el culo, pero no aporta la energía ni fuerza debida en los demás aspectos, incluso su alusión a posible alegría y gracia no se explota con hábil destreza; la aptitud y evolución del argumento defrauda un poco, no se disfruta ni saborea con pasión viva, es más, en puntos concretos de su lectura, llega a resultar poco verosímil/apenas creíble lo mostrado.
Te alejas de poder asumir sus emociones y lamentos, frustración y desespero con profundidad sentida, ira reflejada, escuchada y asumida sin gran perturbación o inquietud por ella; excepto la pertinente escena lacrimógena de despedida, la suavidad, sosiego y tranquilidad perceptible del espectador titulan toda la cinta.
No digo que no guste ni sea digna de verse, sino que sabe a poco lo recibido, a insuficiente lo absorbido pues, de toda la amplia gama a elegir para detallar el proceso y rodaje de ambos personajes juntos, escoge escenas que no alimentan con el vigor y nervio suficientes, robustez que se desinfla por su escasa veracidad respecto algunos aspectos, deficiencia que te mantiene a distancia sin la oportuna alteración o desasosiego que debe aspirar el vidente al acompañar al titular por su martirio y tortura, torpe ligereza que, en momentos puntuales, va en contra de ella.
Todos los participantes están espléndidos, tanto principales como secundarios, y se centra en una visión sana y optimista de la enfermedad y sus secuelas pero, es una narración de sensaciones que 
no debe provocar o verse con pasividad inesperada, no inalterable todo el tiempo, pero si ganando la partida en su mayoría; ¿que conforme llega su final no puede permanecer al margen y te atrapa?, afirmativo de todas todas pero, no lo hace la historia sino la excelente actuación de una protagonista que devora la pantalla con su sola presencia, de ahí ese resquemor por la no completa complacencia por ella, es desperdiciar parte de un impecable trabajo que en su día, Clint Eastwood, si supo aprovechar íntegramente.
"Me gusto más cuando estoy contigo", excepto que estar y observar tu discurrir no es lo mismo que captar y notar tu alma, esencia presente que no siempre se exhala con su pertinente fondo; por tanto, se respeta por sus buenas intenciones, acordes maneras, cuidada presentación y excelencia de sus actores aunque o sea tan penetrante como se ansiaba, aunque no nutra la demanda solicitada como conviene y cabe.



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