miércoles, 16 de septiembre de 2015

Reina y patria

Un inglés que creció en Londres durante la II Guerra Mundial, se hace militar para combatir en la Guerra de Corea.


Parecen jóvenes de un colegio mayor gastando bromas, diviertiéndose, pasando el obligado tiempo de su servicio y saliendo a conocer chicas, todo ello envuelto en la decorada excusa del ejército y de una guerra que se sospecha, pero está tan lejos que no perturba la distracción y pasatiempo del campamento M.A.S.H. y todas sus juergas, argucias y atropellos.
Porque va de la convivencia y tiranía del mando, de obviar la ley y mantener la diversión entre el rango, obcecada tirantez que se entretiene con menudencias rutinarias para adornar el aburrido día a día repetitivo, tensión y rivalidad entre colegas y superiores que enrarecen la coexistencia y lo relegan todo a travesura de los listillos de la clase, que serán castigados por los profesores, en caso de que sean pillados.
"Taps", aquí rasos, "más allá del honor", en esta caso no llega a tanto el sacrificio, sublevación de toque inglés ante el aprovechamiento de quien no tiene respeto por sus soldados pero, al igual que ellos, defiende a la reina y la patria, lo cual viene ¡que ni al pelo! pues la susodicha lleva en el trono del referido país la friolera, ya de récord imposible de superar, de 63 años.
Gamberradas sin excesivo humor ni interés, superfluos romances que apenas alcanzan para 
emocionar o prestar atención, historietas de la mili, estando en activa lucha contra coreanos -del sur, no confundir con norte-, que no capturan al corazón ni despiertan la mente pues ésta transcurre tranquila, relajada, mínimamente implicada, viendo el desfile teatral de John boorman por este argumento que ir, no va a ningun lugar.
Insinúa ser la continuación de su predecesora "Esperanza y gloria" y, aunque se aprecia su correcta puesta en escena, la característica elegancia del comportamiento británico, sus degustadas interpretaciones y su porte clásico de presentación, diálogo y andadura, no entusiasma, no satisface, no inspira comentar sobre ella pues la pretendida ironía de sus sentencias no se aspira ni llega lejos, su costumbrismo militar de normas, ataduras y merodeos da para episodio cómico de serie académica sobre la educación del joven ejército nacional ¡sin más! y, en general, buen reflejo de sus intenciones con pobre e insípido resultado práctico; verla puedes seguirla sin molestia, consumir su duración sin extravío o gran preocupación, que dicha parsimonia o comedida desgana te valgan, es otra cosa.
Gran Bretaña y su ejército repleto de novatos lozanos lanzados a las trincheras, su experiencia en residencia de paso e instrucción, tejemanejes de quienes lo dirigen y enseñan en ellos, relaciones extras de condimento y la perdida de un reloj de cuco como reflejo de la presión obsesiva de quien cree ser la ley y quien se obstina en enfrentarse a ella, poco más de relleno que no sea corrección de formas, adecuada ambientación y reflejo latente de cómo fue aquella época pero, con todo, de poco sirven si ni sonríes, ni te alteras ni se mueve una pizca tu lánguido estado de ánimo que mira pero no observa, oye pero no escucha y no encuentra forma de exprimir apetencia nutritiva a tan pasiva cena.
No es mala, no es excelente, es correcta lo cual te deja en equilibrio de veredicto que no se decide ni decanta, si optas por escogerla apreciarás el envoltorio, no tanto su contenido si la misma pasa sin tu visión tampoco echarás de menos una gran historia de impactante y efusivo recuerdo, simplemente es disciplinada, cumplidora..., ¡correcta!, que a veces implica no tener nada especial que contar sobre ella.
En esta ocasión, la gracia y acidez de la isla ha quedado seca e inerte, su acordada exactitud narrativa y compositiva ahoga su posible ocurrencia, así como su necesario efecto pragmático.
Presentable y cortés, educada y precisa sin fruto degustativo, ni resueño o dramático que llevarse a la boca..., ¡no me vale!



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