jueves, 29 de octubre de 2015

El rostro de un ángel

Una periodista y un director de documentales investigan un crimen cometido en Perugia (Italia). La protagonista es Amanda Knox, la estudiante norteamericana que fue acusada de asesinar a una compañera de piso con la complicidad de su novio italiano y un amigo de Costa de marfil.


Dante por el infierno, purgatorio y paraíso, Thomas solitario, público e introspectivo no le va a la zaga, no logra imitarle, darle caza o aspirar con solidez su esencia, su espíritu deambula pero no solidifica su presencia.
“A dónde irán los besos que guardamos, que no damos, dónde va ese abrazo si no llegas nunca a darlo...”, cantó en su día Víctor Manuel; por tanto, la cuestión que queda en el aire es ¿dónde va a parar esa película que, poco a poco, toma forma en la cabeza de su director pero cuyo perfil y manejo del relato, composición definitiva de la historia no interesa y queda colgada en el vacío por abandono de proyecto?
Porque aquí, tristemente, es lo mismo que le sucede a la audiencia con su tormentoso protagonista, empieza gustoso su aventura, le sigue en la lenta confección de la estructura de su cinta, en la elección del enfoque y en esa peculiar obsesión y adoración por Dante pero, acabas desvinculado, extraviado, perdiendo, sobre la hora de su rodaje, parte de su hilo y fuelle pues su cielo y abismo, que se alternan en la absorción de su trabajo, acaban derivando en desgana de un único pesonaje estrella cuyos secundarios desfilan por su vida muy ligeros y rápidos, sin incidir con sustancia y alimento beneficioso, lo cual impide colaboren gratamente en complementar a quien, por si solo y las exclusivas ideas de su mente que entrecruzan lo íntimo, subjetivo, laboral y adyacentes no son suficientes para mantener la atención del espectador y llenar con rotundidad la pantalla.
“Si vas a contar la verdad tendrá que ser con una ficción”, apunte claro que no empaña las cavilaciones, de tempo largo y denso, en iniciar el escrito del guión solicitado, manuscrito en proceso que únicamente tiene definido que nada es obvio, está resuelto o es conclusivo, película con objetivo de rodar otra película que enlaza con informaciones del momento, a modo de documental fidedigno de los hechos ocurridos y por todos, en mayor o menos grado, conocidos y cuyo patrón a la cabeza, ante su duda y caos para configurar una narración lineal, opta por exponer varias verdades, falseadas i creíbles, en función de quien las reciba pues nada es lo que parece, todo está manipulado y etiquetado según conveniencias.
Pero no resulta, no funciona, dentro del atractivo de presentar una cinta espaciosa, sin florituras ni abstraídos adornos que pretende otra de género abierto, trascendental, nada comercial que sugiere preguntas a través de un thriller que no se molesta en resolver, pues las respuestas atoran, confunden y lían, su densidad no aguanta el embiste, no al menos durante toda su duración, su andadura de idas y vueltas, de investigación, testimonios e indagación
en ese propio tormento, que revive lo propio a través de la recepción de lo ajeno, logra un buen pulso de dos tercios pero, es ahí donde surge el desplome y va cediendo en su personalidad y seducción de cómo adquiere diseño y estructura ese filme que después los videntes tendremos el placer de consumir y valorar en juicio individual y único.
Desgracia de una ruina, cuyo nacimiento y vivencia de su ocaso, tenía un punto curioso y llamativo de descenso al interior de una cabeza pensante que vive su personal crisis, al tiempo que monta y crea la imaginaria, ese conflicto que se lleva a cabo en la invención y fabricación de una narración filmográfica, a partir de una divergente realidad que escandaliza mucho más que su plasmación en celuloide.
Apetecible Daniel Brühl, no tanto el rostro de un ángel que no se gana con contundencia tu observación y análisis, Michael Winterbottom empieza con entusiasmo y veracidad su reflexión y elaboración de la construcción de un filme partiendo desde su base de pensamiento, sin estabilidad o camino concreto, pero lentamente se abandona a su suerte, su sujeto y lo que tiene que decir dejan de apetecer; conclusiva negatividad que nunca alcanzó a la mangífica “La divina comedia” que tanto le sirven de inspiración y guía.




No hay comentarios: