lunes, 19 de octubre de 2015

Marte

Durante una misión tripulada a Marte, el astronauta Mark Watney es dado por muerto tras una terrible tormenta y abandonado por la tripulación, que pone rumbo de vuelta a la Tierra. Pero Watney ha sobrevivido y se encuentra atrapado y solo en el hostil planeta rojo. Con suministros escasos, deberá recurrir a su ingenio y a su instinto de supervivencia para encontrar la manera de comunicar a la Tierra que sigue vivo.



Marte, el planeta rojo, color que te vas a cansar de observar, en unos bellos y maravillosos paisajes y planos que estimulan la cercanía, comprensión y querencia del personaje.
Primeros 10 minutos, con la emoción y tirantez justa pues ya sabes lo que pasa, el afán de venta, publicidad, la sinopsis y su tráiler evitan la sorpresa exquisita de descubrirlo “in situ”.
A partir de ahí, alternancia de fases; la melancólica, de bajón previsto, dura poco, rápidamente coge fuerza, se pone las pilas y a idear, darle al cerebro y a contar soles.
“Sol 21. No voy a morir aquí”, clara declaración de intenciones y de guerra contra un hermoso planeta que se convierte en su horrible pesadilla, difícil y ardua encerrona a la cual sobrevivir o escapar.
Y, sorprendentemente, su rutina de supervivencia se lleva con ánimo, ganas y énfasis de seguir, con placer, acompañándolo en su camino, de observarlo con meticulosidad en su día a día gracias a su toque de humor, ingenio, música pegadiza y optimismo a raudales que inunda toda la atmósfera, a pesar de lo extrema y viciada que está ésta.
“Así que ¡he colonizado Marte!”, parte de la ironía, gracia y vacilaciones de quien está solo hablando con la cámara de una pantalla -Tom Hanks lo hacía con una pelota y Will Smith con su perro, ¡vamos mejorando!- mientras sigues impresionado por la tecnología exhibida,  la veracidad de lo mostrado y la parte científica y biológica, donde te pierdes sin remedio, pero que complace de escuchar, asimilar y ver. 
Y siguiendo con la guasonería, desenfado burlón de este McGiver martiano, -un profundo, empático y sentido Mat Damon, el espíritu y alma que mantiene todo el estilo y atractivo de la cinta, simpático, seductor y con delicioso gancho para conocerlo, 
apreciarlo y no perder un ápice de interés por sus movimientos, acapara tu atención y sentimientos por igual-, la pregunta que ronda en el aire y que nadie contesta es ¿de cuánta cinta aislante se dispone en el planeta Marte?, pues ésta parece inagotable y ¡siempre disponible cuando se la necesita y requiere!
Y, puestos en avance, entre los solitarios cómicos  de un “Mark Watney, el pirata espacial”, que le da mucho al coco y pensamiento para dilucidar que “haga lo que haga, soy el primero en hacerlo”, y la tensión y desesperación de los de aquí, la segura Tierra, por llegar hasta allí, la lejana Marte -lección de Barrio Sésamo, con complicaciones de astrofísica que, en lenguaje mundano se entiende, pero difícil si tienes que volver a explicarlo con tus propias palabras-, tenemos la llegada del “sol 561”, misión de rescate y ¡a por todas!, a tirar los dados y esperar que la jugada salga bien; y ahí llega el nerviosismo, sufrimiento e incomodidad pues, a pesar de lo llevadera que resulta para su larga duración, ya llevas dos horas y pico sentado y no dejas de cambiar de posición, lo cual va de perlas con el ansia, temor, incógnita y tirantez del resultado, por venir, de toda la empresa.
Y sales contento, impresionado y satisfecho de las sensaciones vertidas, el dúo Damon/Ridley Scott funciona magníficamente, saben aportar esa alegría, positivismo e inteligencia de reflexión óptima a una situación futurible muy veraz y creíble donde evitar caer, hondamente, en la ruina y desolación anímica; la menciona y saborea, pero no incide en ella.Una deliciosa aventura en el espacio, de espectacular fotografía, divertida, entretenida y agraciadamente amena, solvente y disfrutada de principio a fin; en profundidad no sobrecoge, aunque te atrapa y no te suelta.
Ciencia ficción comercial de conjunto impresionante, ambas partes cumplen sobradamente con su cometido, sobria y sólida la explicación técnica, eufórica y atrayente la humana, no abusa de ningún lado y logra un equilibrio armónico de delicioso placer.
Con datos numéricos que te se escapan, sólo sabes que ahí está, el ser humano que se supera en los momentos de crisis, que no desfallece ni abandona, por duro que sea el contexto y la situación, y que sabe utilizar su inteligencia y conocimientos para resolver problemas.
Te va a gustar, sin más; es animada, cordial, resuelta y próxima, a pesar de los hostiles millones de kilómetros que dista de ti.
La soledad de quien nunca estuvo solo, pues se tenía a si mismo y a su ilusión, coraje y esperanza, a su fuerza de voluntad y resistencia mental. 
Y, por fin, el color verde, fruto de aquello que se cultiva, crece y recoge...,
..., y la animada melodía de fondo como genial despedida. desde Donna Summer a Abba, pasando por los Stones y la potente “I will survive”, toda una firme proclamación de pretensiones.
¡Los 70 y 80’s en Marte!, ¡para que sepan cómo se las gastan los humanos! 
La magia del cine sigue funcionando.






No hay comentarios: