martes, 24 de noviembre de 2015

Güeros

Sombra y Santos viven afincados en un apartamento al que hace tiempo ya le cortaron la luz por no pagar la renta. Reciben la visita del hermano menor de Sombra, Tomás, enviado por su madre porque ya no se soportan. La llegada del chico cambia las cosas y deciden todos emprender un viaje para rendir homenaje a un músico mítico que oía el padre de Sombra y Tomás, que nadie conoce, y que según ellos pudo haber salvado al rock mexicano.


Una imponente presencia, física y visual, que se evapora al conocerla con confianza en su intimidad.

“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción”; una rebelión interesante y extraña, de aroma independiente, que no remueve ni altera a su observador es un fracaso.
El alma es su fotografía, ese exclusivo e intimista uso de la cámara, su delicada y escogida melodía, su minucioso guión lleno de sinceridad trascendental y banalidades al uso, la querencia por la aptitud de los personajes, su provocación experimental, esos enfoques tergiversados, su desorden de correlación..., pero lo único que sientes es vacío, distancia, frialdad receptiva e ignorancia de su esencia pues no da pie con bola; no capta el interés del vidente, resulta hueca y lejana, seguir su hilo y estela no causa mayor emoción, fascinación o estima que terminar, por empeño y obstinación, lo empezado.
“Para qué nos vamos, si al rato vamos a regresar”, para apreciar su estilo, para incorporar su formato, para integrar su espíritu individual, altruista y llamativo, veracidad de una estructura que respira sola y no necesita consejo de andadura pero..., sigo con el mismo dilema, no entusiasta, no atrapa la atención, no excita la curiosidad por saber de ella, la empatía reina en este grupo de estudiantes que, con rumbo certero y tendencia provocativa, se desvían,
pierden y sucumben a su propia parsimonia y apatía.
La historia no acompaña a su magnética imagen, ese hipnótico blanco y negro que oferta sublevación y pasotismo, esa juventud que no quiere liderar ni estar a la cola, únicamente pasar desapercibido en el medio, cómodo centro que igual vira hacia importantes lemas reflexivos, que hacia la incoherencia de sentirse desorientado y deambular haber qué surge.
¿Qué quiere expresar Alonso Ruizpalacios?, difícil saberlo pues su entonación posee altos grados complacientes, así como tantos otros de desapego y ligazón rota que provoca, a pausado ritmo, que desconectes y te establezcas en una indiferencia sensitiva que sólo continúa por saber qué oferta, lo cual, una vez recibido, confirma el abandono ya hace tiempo emprendido.
Los críticos la encumbran/el personal la relega porque, aún dando la razón a todas las alabanzas y análisis de la obra realizados -inteligente, divertida,
audaz, capta con precisión y modestia el estado anímico del joven actual- su global efecto pierde todo el atractivo de la originalidad óptica para desfallecer ante una razón que se aburre, una cognición aturdida por no poder deleitar la magnífica pieza vendida, motivo de tu elección y búsqueda.
Güeros, rubio, de piel blanca o pálida, frente a su hermano Sombra, más un tercero intermediario y quien se una de camino, los instintos no fallan y aunque valoras su presentación, estética y vanguardismo narrativo, cae en saco roto ante la dejadez de tus sentimientos por ella, cavilaciones filosóficas traídas a colación como la galleta de la fortuna de un restaurante chino, la escuchas y digieres pero se diluye en ese ambiente creativo que intenta ser ameno y cautivo pero que, con lamento de experiencia vivida, harta por desgana y fastidia por el nulo aliciente hacia su causa, vida y hazañas.
Formato 4:3, cultura mexicana, hermosos planos,
química interpretativa, alabado montaje técnico, guión trabajado con detalle, ironía por trazos, humor según momentos, apertura a ese ejemplo familiar mayor que se gana su cariño y respeto..., todo lo que se quiera pero la conclusión no varía, tediosa, pesada, sin inspiración nutritiva que vote por su compañía y disfrute de ella, pues ésta nunca surge ni llega.
En plano teórico una maravilla, osadía a aplaudir y alabar, coraje de diferenciarse con identidad propia; en la práctica, sirve de poco ante las negativas y contrarias sensaciones evocadas, todo un lamentable conflicto, el mismo que sentirás al leer sobre ella y después visionarla.
Dividida en ingredientes, soberbia; la mezcla de todos ellos en plato único, ni alimenta ni reconforta la velada.
¡Cómo duele no habernos entendido!

Lo mejor, toda su estética, técnica y valentía de marcar personalidad.
Lo peor, la ruptura o ausencia comunicativa con el espectador.
Nota 4,5



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