miércoles, 25 de noviembre de 2015

Ocho apellidos catalanes

Las alarmas de Koldo se encienden cuando se entera de que su hija Amaia, tras romper con Rafa, se ha enamorado de un catalán. Decide entonces poner rumbo a Sevilla para convencer a Rafa de que lo acompañe a Cataluña para rescatar a Amaia de los brazos del joven y de su ambiente. Secuela de "Ocho apellidos vascos".


No fue buena idea el intento de cambiar de provincia.

“Había una vez un circo que alegraba siempre el corazón, lleno de color, un mundo de ilusión, pleno de alegría y emoción...”
..., porque una locura circense es lo que se ha desatado alrededor de esta hermana pequeña de la apellidada vasca, en atención mediática, expectativa de deseo, en previsión de audiencia y en querencia de risa y diversión por parte de un espectador esperanzado en hallar la genialidad mixta que tanto funcionó en su momento, cosa que, por otra parte, no le va nada mal al cine español, contar con esa alfombra roja de abrazo y bienvenida, ya en pre estreno, que tanto se echa de menos en demasiadas ocasiones anteriores.
Y cuando un producto está tan publicitado y es tan ansiosa su recepción caben dos posturas, ambas innegablemente unidas a la maldita comparanza con su antecedente familiar, ¿mejor?, ¿peor? o ¿lo dejamos en tablas y la damos por válida?
Vaya por adelantado la predisposición del vidente a sonreír y emitir sonora carcajada a la mínima que el guión valga la pena, locas ganas de entretenimiento, disfrute y distensión propia de la tierra con ese típico acento catalán que tanto parece querer huir del clan español últimamente, tan pesadamente dado y con el ensordecedor ruido montado.
Así que se espera que la ficción de esta bonachona comedia romántica supere en espectáculo, títeres,
tonterías y banalidades de palabra dicha a la presente realidad; y por ahí andamos cuando lo visto nos dice que..., con lamento y tristeza, la magia del efecto de la primera se ha perdido, por nunca más existe, que la ingenuidad del inicial encuentro, esa inocente sensación que dio paso al inesperado enamoramiento de una película sencilla, de argumento chispeante, que complació de manera sorprendente, no hay forma de que vuelva a repetirse.
Y buena voluntad hay, por ambas partes, tanto de los currantes como del cliente que compra y prueba el producto, pero la risa no surge en abundancia, la carcajada es un poco forzada y a la mínima que puedes emites esa sonoridad tan deseosa de salir y explosionar donde, da igual si la escena o la sentencia intercambiada lo merezca, por Dios, Cataluña y España ¡que voy a reír comos sea!
Dicen que virtud del español es saber reírse de si
mismo, sólo que repetir misma fórmula sin aportar nueva gracia u ocurrencia, o al menos mantener la ya juzgada previamente, como que no funciona, como que miras con cariño y buenos sentimientos, gratitud del intento pero, sinceramente, tu humor no ha salido de fiesta y no hay disgregación ni independencia, unánime sentencia se establece en esta cinta de Emilio Martinez-Lázaro y de todos sus estimados participantes; se os quiere mucho, grata estima de ir a vuestro encuentro, de acogida entusiasta pero la referida, con su inepto guión a cuestas, es escasa en cuanto a ingenio y agudeza, seducción o garbo, tiene más de simpatía emotiva por parte del receptor, de empatia sensible ya presente de antemano, que de fruto gracioso y chiste cómico sentido.
“Te voy a dar un remate que ¡Pablo Neruda se va a quedar nadando!”, ya me hubiera gustado a mi que los oídos lo hubieran recibido, el corazón captado, el
alma sentido, por lo visto se confirma que segundas partes no son buenas y que en casa del herrero no hay forma de encontrar el cuchillo de hierro que rompiera tan puñetero refrán pues, a todas luces es de palo; por mucho que se quiera rebuscar Dani Rovira y Clara Lago ya no brillan como en Argoitia, Karra Elejalde sigue manteniendo su toque, único que vale la pena, pero no puede tirar del carro en solitario, es demasiada carga para tan pocas hábiles herramientas proporcionadas por un texto que atrozmente falla en su contenido, porque de las nuevas incorporaciones, únicamente dan juego la irrepetible Rosa Sardá, con su salera replicante Carmen Machi, como pareja dialéctica y, la verdad, tampoco han sabido sacarle gran gusto al dueto.
Señoras y señores, niños y niñas, padres y solteros tomen asiento, apaguen sus móviles y permanezcan en silencio lo mínimo que puedan antes de emitir alegre estruendo de gozo, juerga y bienestar ante el recreo y la jarana expuesta... bueno, sinceramente
no será para tanto, se quedará en tibieza de cómoda visión y comicidad media tirando a la baja; ya no es lo que era, ha perdido fuelle y garra por el camino, tanta presión de listón alto ha pasado factura, pero se nota el esfuerzo y la buena voluntad de su empeño, que valga como compensación por la ausencia de lo no recibido, del fiasco burlesco de cachondeo plano ofertado es cosa a valorar por cada uno.
Personalmente no me vale un compasivo “no ha estado mal ¿no?” pues estás confirmando que la balanza se inclina más hacia ese lado que el opuesto, que de mejor nada, y que entre peor o tablas, estas últimas se resquebrajan al intentar apoyar todos los pobres argumentos sobre ella, por tanto no queda otra que pe..., ssshh, el espectáculo va a empezar, ya no hay escapatoria.

Lo mejor, querer rememorar el espíritu de la primera, su osadía y bufonada vasca, ahora en república independiente.
Lo peor, asesina dicha esencia con un guión que no supo sacar, ácida guasa ni pitorreo jocoso a lo catalán.
Nota 4



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