miércoles, 23 de diciembre de 2015

Hiena, el infierno del crimen

Michael Logan dirige una unidad policial de Londres especializada en desmantelar a los más peligrosos narcotraficantes y, siempre que sea posible, en meter parte del botín en su bolsillo. Su vida se complica con la llegada de dos violentos criminales albaneses y con una investigación que podría revelar sus corruptelas.


El crimen de un infierno, lleno de calor intenso y rojo perpetuo.

¡Es de locos!, un desquiciado revuelto que se quema por acercarse ¡en tiempo excesivo al fuego!; y eso que, al principio ¡parecía que no iba contigo!, un sálvese quién pueda donde parece vayan a caer todos, pues ninguno se libra de ser un avaricioso, corrupto, mentiroso y aprovechado cuyo lema es, antes para mi que para otro; salvo mi culo, vendo a mi madre y ¡lo que haga falta!, para seguir vivo y con la cabeza sobre los hombros ya que...,
...,si algo se exhibe en abundancia y con total claridad, es el deseo de violencia y sangre a malabares que gusta a los nuevos narcos del lugar, albaneses de particular estilo y directo proceder que no se van con chiquillas, para desmembrar a cuerpos y ajustar cuentas con quien ose levantar traición, sea colega, rival o individuo al uso de quita y pon.
Podrida policía, de traje sucio y orgullo mancillado, al frente de la comisión contra delitos, los mismos que persiguen a un lado negocian al otro; juego peligroso, de grandes beneficios y alto riesgo, cuya amenaza constante, de explosión y destrucción de todo, siempre pende de una cuerda de la que se cree tener total control.
Desmadre emocional, de gran impacto visual, para una catarsis de pasos y locura de acontecimientos que parecen no tener dueño ni fin, orden de sentido desequilibrado que guía unas atropelladas y desquiciadas vidas, de quienes se creen los reyes del barrio pues dominan todos los rincones; sólo que , siempre hay un rival más gallito que el presente mandatario que va avanzando casillas, reuniendo alfiles y caballos, para ese asalto definitivo de jaque mate a tan fanfarrón y descuidado monarca que quedará sólo ante el peligro, con el único testigo de su conciencia.
Su visión es una incesante colisión de escenas macabras, de tensión electrizante y de miedo aterrador, recubierto por el desespero agonizante de quien debe fingir y mantener la calma, aunque por dentro sea un cúmulo de inquietud y agonía tras un
mal entendido valor y bravuconería, que le llevarán al fracaso de su mismo atrevimiento y chulería.
Te cautiva de forma lenta y minuciosa, con la precisión de un minutero que va tomando ritmo al alza; delicia de camino desagradable, ruin y mezquino donde, las dos caras del tapete se funden en una espeluznante única carta a la que apuestan todos, esas malas artes, engaños y jugarretas necesarias para salir victorioso con el botín, ya lleves pistola de traficante o placa de policía, todo huele a podrido en la región escogida.
Sin darte cuenta, lo que en inicio era desconexión de mirada incrédula, se va volviendo retorcida atención, sin aliento ni palabras para ser explicada, dada la desproporción de lo servido; rojo ametrallador se cuela en la conmoción de un alma y desvarío de una razón que acompasan al enfrascado corazón, que no pierde pulso del combate.
Sólo que el ring es pequeño para tanto necio aspirante descontrolado, y la aceleración de su movimiento y pesadumbre de destino sube en decibelios hasta alcanzar un límite desbordante donde ya estás atrapado, ya eres suyo, Gerad Johnson te ha convencido y camelado con la dirección concienzuda de un escrito ardiente y
abrasador, de fotografía extenuante y música atronadora, como acompañantes ideales de ese escaparate servido con magistral pericia por sus intérpretes.
Su guión no es novedad alguna no presenciada antes, tétrico retrato de un espabilado ladrón que juega a ambos lados, para acabar sumido en la moribunda cárcel de su propia arrogancia pero, el referido responsable y Peter Ferdinando, como su mejor baza, lo exponen con potencia, resquemor y pasión, con ese regreso a un cine demoledor de una época pasada que, según momentos, se echaba realmente en falta.
Sin ser original y ofreciendo lo ya oído y visionado, esta producción británica se gana tu fervor, aplauso y respeto por la velocidad de su compás sin respeto por las normas, el deslumbre espantoso de sus imágenes, su brutalidad física, su abuso emocional y una turbación ocular que la mirada no olvida y la razón retiene sin deseo, pero con obvia motivación
Aunque te sea conocido, te quedarás a su lado, sin pestañear, hasta su fin; ese es su gran mérito.

Lo mejor; la actuación de su protagonista, su opulenta visión, compás frenético y convulsiva fotografía.
Lo peor; ya conoces el camino que anda.
Nota 6,8


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