viernes, 15 de enero de 2016

45 años

Falta sólo una semana para el 45º aniversario de su boda, y Kate Mercer está muy ocupada con los preparativos de la fiesta. Pero entonces llega una carta dirigida a su marido, en la que se le notifica que, en los glaciares de los Alpes suizos, ha aparecido congelado el cadáver de su primer amor.


Deshielo suizo que congela un longevo hogar británico.

45 años de momentos y recuerdos de una vida pródiga y orgullosa y una carta, con noticias de su primer amor, lo pone todo en duda; ¿soy su segundo amor?, ¿alguien con quien se conformó por no poder tenerla a ella?
Realidad objetiva o imaginación sugestiva, es una sospecha presente que echa por tierra toda la existencia compartida; tiempo de cariño, ternura y valor significativo se encuentran en balanza peligrosa, que puede decantar su juicio hacia esa falsedad de inicio de los sentimientos de origen que los propiciaron, error de creencia sobre el protagonismo único cuando éste era compartido e, incluso, usurpado en silencio.
Celos, que una vez surgen es difícil que desaparezcan, pues se enfrentan a la perfección de una memoria que mantiene a su diva inmaculada a través del tiempo, competidora atroz que no envejece, ni se queja ni pierde un ápice de su belleza física y añoranza anímica y que, cruelmente duele al perder la seguridad que se tenía en si misma, en su pareja y en su feliz y perdurable matrimonio.
Pero ¿era verdaderamente feliz, o presunción ante la falta de información con la que se vivía? “Han encontrado a mi Katya” y todo se despedaza, desvanece y nada parece ser lo que era.
La gratitud, calidez y exquisitez profunda y serena de la interpretación de sus protagonistas es el punto culminante de un guión relajado, íntegro y estoico dentro de la sutileza con la que elige las palabras a pronunciar, más la entereza que transmiten esos silencios pausados y valerosos donde se dice mucho más que con su opositora la voz hablada; plácida fotografía, con una magnífica melodía de reforzamiento, para completar un conjunto adorable, de tranquilidad cumplida que retorna a la inquietud, nerviosismo y desconfianza de haber elegido el buen camino, que no es lo mismo que cruzar el paso encontrado para salir del agudo atolladero en el que se había caído.
Vacilación sincera que saca la suciedad de debajo de
la alfombra para afrontar lo allí oculto durante tantos años, magistral sensibilidad servida a plato lento, cuya disección del cuadro deja en evidencia esos retales, fruncidos y desgarros que a primera vista no se aprecian; conmoción para un espectador embelesado, por la maestría artística de Andrew Haigh para escribir con honestidad delicada tanta madurez humana, sobria y elegante cuya emoción e interés, seducción y disfrute se redondea con su honda dirección, que deja que los espacios se abran y la intimidad se comparta con esa dureza de perder toda la magia que en ella habitaba.
Absorbida franqueza de rodaje de una campiña inglesa que pierde su equilibrio y expone su fragilidad ante el hallazgo de un fantasma del pasado, al que no pertenece, pero que cohabita en cada esquina de la casa; proyecto de pareja a tres bandas que hipnotiza y fascina a su audiencia, con la precisión de ese reloj cuyo minutero se mueve con rotundidad y firmeza.
Un delicioso y sensible guión, una magnífica Charlotte Rampling y, tiempo por delante para saborear el amargo reparo que cuestiona la fiabilidad
de un hogar y de la sólida relación que lo sustenta; es grande en su sencillez, enorme en sus complicaciones, afectuosa en su rutina, mimosa en su lenguaje, atrevida en sus preguntas, esquiva en sus actos, despiadada en su pensamiento, implacable en su hostilidad, insoportable en esa vertiginosa aceleración hacia un repudio indeseado, pero omnipresente en cada poro de su piel y en cada rechazada impresión sentida; se observa, se escucha, se percibe, se pace, se consume, se asimila y se degusta con placer respetuoso y sabor agradable.
Testigo de lujo invitado a conocer los pormenores de la intimidad de una casa; todo un deleite para los sentidos.

Lo mejor; su primoroso y sensible guión y la regalada actuación de Charlotte.
Lo peor; ser incapaz de conectar con ella.
Nota 6,5


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