martes, 22 de marzo de 2016

personas lugares cosas

Will Henry es un novelista gráfico padre de dos niñas gemelas que enseña en un aula llena de estudiantes universitarios. Intenta encontrar el nuevo amor y olvidar a la mujer que lo abandonó.


Me dejas, pero mis sentimientos no te abandonan.

Cómo superar una relación, cómo permitir que los sentimientos se vayan, cómo dejar que el pasado discurra, cómo dejar de estar varado, cómo despertar y ponerse en marcha, cómo volver a estar bien, entero y sobrio de inquietudes, limpio y libre para nuevas sensaciones, cómo volver a ser tú, seas quien seas ahora.
Volver a caminar cómodo estando solo, aprender a andar de nuevo sin compañía y con venideras expectativas, cómo levantarse cuando te han tumbado, arduo trabajo que dificulta su máxima práctica en ese primer paso dirigido hacia esa relajación y seguridad de la unidad, en lugar del binomio.
Aprender y dar las gracias, optimizar lo vivido aunque haya finalizado, no lamentar los años de amor invertidos y permitir la llegada de necesaria querencia imprevista; ser padre y soltero sin complejos ni dudas, con esperanza y ánimo, sin cobardía, tampoco con prisas.
Un buen hombre, padre devoto, que recibe un impredecible mazazo que hará tenga que recomponer su vida; cambios físicos forzados que van más rápido que sus revueltas emociones, las cuales aún se mueven a dos pares, en tierra movediza sin saber si saldrán a flote o se hundirán sin remedio en el fango creado.
Entereza, disposición, buena fe y posibilidad de

enmienda, lo entrega todo sin dudarlo, hace lo que puede sea o no suficiente, va día a día intentando derribar ese muro involuntario construido para paliar un dolor que sigue tan latente como el primer día.
Sin ideas, sin opciones, sin estratagema, simplemente deambula entre personas, lugares, cosas intentado no desfallecer en ningún momento; alma lánguida, cuyo hálito se ha secado de momento y se halla perdido en ningún lugar, estando en todas partes.
Es sencilla, frágil, discreta, aturdida, reservada, llena de un habla sincero proveniente de situaciones irónicas que, sin pretenderlo, permiten el avance hacia no se sabe qué dirección se tome; únicamente se siente, presiente mejor dicho -pues la duda golpea y fustiga sin piedad ni descanso-, que uno se desplaza y que, a cada puesta de sol parece más entero.
Desconcierto, paciencia y mal trago para un personaje bonachón y melancólico, de corazón herido
y esencia superviviente, que dibuja a través de los cómics esa agitada realidad que mantiene su existencia estancada; de evolución lenta y caótica va a sitio alguno, sin concretar ninguno pues, sólo da vueltas alrededor del devenir incierto de quién fue, ya no es, y busca ser de nuevo.
Honesta en su planteamiento, natural en su devenir, amable en su mira, James C. Strouse escribe y dirige un guión franco, leve pero intenso que, sin alzar la voz, pone el grito en el cielo; establece las dolorosas pautas de un forzoso cambio todavía no del todo aceptado, asunción pausada y confusa cuya incógnita abierta sigue con su resolución pendiente, para que la audiencia le observe con calma y entretenimiento, para que le acompañe como amigo observador, para que le capte en su aflicción y nostalgia, para que le entienda en el laberinto del desconcierto, desgana, cabreo y furia en el que se halla este decente hombre que sobrevive a la ruptura de su familia.
Cálida tragicomedia romántica donde el esquivo,
hiriente y maltrecho amor está en todas partes, que destaca por sus absorbentes interpretaciones, sus ingeniosos diálogos y un divertido surrealismo teatral que maneja con ocurrencia las fichas, para narrar lo cotidiano con frescura, alegría y perspicacia; talento de una dirección y manuscrito que acierta en su destreza comunicativa y en la elección aguda de sus escenas, para presentar ese drama de separación con ese leve tono cómico, que se disfruta por su inteligencia y entereza.
Gusta con facilidad, se visiona con apetencia y deja grato sabor de boca, más un recuerdo cordial y afectivo de su paso por ella; por tanto, escógela y haz una visita a sus personas, lugares, cosas.


Lo mejor; la dirección y escrito, junto a las sentidas y cercanas interpretaciones.
Lo peor; no llegar a apreciar la sencillez de su rotundidad y firmeza.
Nota 6,2


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