miércoles, 6 de abril de 2016

Break point

Ante el deseo de la vuelta al tenis profesional se inicia el reencuentro con un hermano con el que se ha perdido el contacto; la ronda de eliminaciones sacará a colación rencillas del pasado.


“Se un mejor hermano”, haz equipo.

De ritmo estupendo, humor innato y con un drama bien impuesto, la sencillez de una gracia ocurrente y simpática hecha realidad presente a través de dos antagónicos hermanos unidos por ese cordón umbilical de cariño, refriegas, deudas y apoyo mutuo que nunca cesa entre parientes de sangre que se aman y desprecian, abrazan y pelean sin miramientos.
Divertida, audaz y competente, una armónica pareja simpática, alegre, feroz y animada que en su rocambolesco caminar juntos de nuevo se hacen acompañar por una mosca cojonera, de crío tocapelotas, “el Harry Potter del tenis” como se hace llamar, que resulta ser el mejor bufón de entretenimiento imprevisto para esos momentos, no solícitos, donde inesperadamente abre la boca con su entusiasmo de preguntón vocacional que quiere ser integrado en la destartalada, pero querida familia que acaba de encontrar.
Desesperación, baja autoestima, noción de perdedor y un acumulado cabreo tercian para que un abandonado tenista recurra a su dúo de antaño para solicitar ayuda, esperanza y la posibilidad de un mejor juego, todo ello envuelto en ese aroma insano,
de cuentas pendientes no resueltas, que explosionarán sin previo aviso al compás de la burla, memeces y lenguaje malsonante que desprende uno de sus portadores, mientras que el otro en lista endereza, aguanta y, sin poder soportar más, también estalla para encontrarse con el otro misil lanzado.
Fresca, guasona, extrovertida, acompasada, libre y chistosa, se mueve con soltura por la comedia/camina sigilosamente por la tragedia rencorosa pues, aunque se necesita la presencia de ese pequeño gran conflicto a resolver, como picante sabroso motivo de disputas y peleas, es el ingenio, salero y su ameno cachondeo los que lideran la contienda; escondido cariño demostrado con chispa atrevida, de vocablos subalternos, más un demandado respeto y un amarre de lealtad y sustento llevado todo con cordialidad, socarronería y un solvente gancho que gusta, entretiene y agudiza el ambiente.
Su guión no es nuevo, su composición suena, su objetivo se adelante sin problemas, pero tiene carácter propio y talante de sobra, personalidad
sabrosa que hace las delicias del momento; no fuerzas la risa, la sonrisa surge voluntaria en tu rostro, es social, grata y risueña, amén de ese tono picarón de solvencia conseguida de quien se suelta el pelo y desmadra ligeramente, para volver a la senda de lo entrañable y acorde.
“A veces las cosas son más tristes en retrospectiva”, y consciente de ello el argumento parte, de la necesidad de una idea loca, al sueño posible de realizarlo, atravesando por el túnel del agravio, resentimiento y desbarajuste de una mirada al pasado, previo a ese futuro que se está conformando; sencilla y habitual, modesta y facilona es chispeante y cómica, con encanto, soltura y afecto; entra bien, se digiere con gusto y su recuerdo es de mimado tiempo dedicado a esa relajada sugestión, complacida por un esparcimiento jovial y
dicharachero, que deja sensaciones de placer consumido con apetencia y conformidad.
Break point, punto de ruptura, que lleva su angosto equipaje antes de ese último servicio de un partido decisivo para que el amor florezca, la conexión vuelva, la camaradería se fortalezca y todos logren ese pleno de sets a favor pues hay estima, hay apego, hay consideración y unas ganas locas de transmitir su amistad con desparpajo y destreza.
Gamberrismo bienintencionado cuya rapiña no hace efectivo el pillaje, sólo insinúa su seducción para decantarse por ser acogedor y dócil, un buenazo disfrazado de rebeldía; te será fácil irte de juerga con ellos y no será fingido el buen rato pasado.

Lo mejor; su estilo jovial y lozano ritmo.
Lo peor; no deja de ser correcta en su desarrollo y final.
Nota 5,3



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