domingo, 17 de abril de 2016

El secreto de una obsesión

Ray y Jess, dos investigadores del FBI, son relevados de su puesto junto con la supervisora del Fiscal del Distrito, cuando aparece brutalmente asesinada la hija adolescente de Jess. Trece años después de búsqueda incansable al asesino, Ray encuentra por fin una pista para resolver el caso. Remake de "El secreto de sus ojos".


Copia distorsionada, de un original perfecto.

La meca hollywoodiense tiene su propio estilo a la hora de acertar y meter la pata, de eso no cabe duda; innumerables los remakes realizados a lo largo de su historia, unos para gran disfrute y fervor de la audiencia, otros mejor dejémoslo en una papelera de reciclaje, que flaco favor le hicieron a la digna mandataria de la que procedían.
Aunque, luego están los que ni fu ni fa, ni ofrecen una versión más óptima ni estropean el respeto y recuerdo de la ya realizada -más que nada porque están a años luz de la misma-, donde surge la incuestionable pregunta: entonces ¿para qué?; ni buena ni mala, simplemente se queda varada en el estático medio, pues entonces ¡dejemos a la original!, ¿no?
Pero, si por algo se caracterizan estos atrevidos visionarios, en muchas ocasiones también irresponsables con el producto que tienen entre sus manos, es prever su fructífera distribución y el cálculo de la posible taquilla, dejando de lado la importante cuestión de si vale la pena mancillar lo sagrado pues, si una obra es suprema en su primera manifestación concebida, cualquier repetición, por mucho que se enmascare con revueltos cambios de papeles o caracteres, no dejará de ser un pegote que realzará el cariño y estima por la susodicha, al tiempo que pierde valor y rédito la presente por muy aceptable, lograda y bien hecha que ésta se ofrezca; como ese “Abre los ojos” que Tom Cruise quiso personalizar en una estrellada representación, por
mucho que le acompañaran la rubia Cámeron y la Penélope morena.
Aquí partimos de un espléndido, majestuoso y amado “El secreto de sus ojos” que cautivó, hipnotizó e hizo disfrutar, como pocas veces antes, de todas sus contenidas emociones, de su mirada enigmática y de su magia intimista y apesadumbrada a la concurrencia, para llegar, en la actualidad, a un volteado gazpacho, de mucha estrella de nombre pero sin profundidad en su formato interpretado, donde sigue vivo quien muere y se ejecuta a quien no lo fue en su momento, más otras lindezas igual de estériles para distraer al experto conocedor de su brillante antecesora.
El tráiler hace observar detalles, albergar algunas esperanzas de que no todo será igual, de que se han permitido cambiar ciertas cosas para ambientar con interés lo ya conocido, ahora ¿suficiente?
Lo que era blanco ahora negro -Chiwetel Ejiofor-, la que era morena ahora rubia -Nicole Kidman-, el que era hombre ahora mujer -Julia Roberts- más tiros, persecuciones y el dominador 11 de septiembre de sombra perpetua, olvidando que nada de eso necesitó Juan José Campanella -tampoco tanto presupuesto, para desplegar su bella fotografía de
cálida escenografía- para su magistral obra pero, aparte de tanto garrafal fallo, ¿dónde quedó la atracción apasionada, la chispa electrizante, el impacto ocular de sentimientos desbordantes de tan esquiva pareja, siempre presente/nunca realizada?, ¿dónde está la magnífica aura entonces reflejada?, ¿el cautiverio innato?, ¿la conmoción suprema de su revelación y desvelos?
“La placa perdió el interés para mi”, pero ¿qué más se perdió en el trasvase?, la mudanza de actores, recorrido y patria ¿otorgan carisma y talento a la misma?, o un sencillo anhelo por lo que fue, ahora convertido en ¡telenovela yanqui!
No me ha gustado, no me gustan los cambios, no me gusta cómo se retrata lo conservado, no me gusta este mareo y puzzle de personajes interpretados con nulo encanto y efecto, todo un batiburrillo ofertado que ¡si al menos no conocieras a su madre procreadora!, podría valer la pena; porque ¿para qué partir de aquella si se va a conformar tal popurri?, ¿mejor no extraer el guión de una idea nueva?
Porque, inevitablemente, te pasas todo el rato comparando la una con la otra, lo cual hace que ésta
no te absorba en lo que cuenta, que no te altere en su proceso, que no te embrujen sus diálogos, que no te seduzcan sus alternativos caminos, que no te apetezcan sus intérpretes, que no te entusiasme su estela, que te sepa a ínfimo su conglomerado..., que, en general, apenas te diga nada.
“La pasión siempre gana”, no en este caso pues, si alguien sabe dónde queda ésta ¡que me lo diga!; válida para desconocedores del fruto exquisito, que en su día protagonizó un soberbio Ricardo Darín/nefasta para quienes saben del manjar de aquella.
El secreto de una obsesión cuyos ojos permanecen inertes en ese vacío discurrir académico, sin secretos ni estímulos, de una estructura numerera de poca riqueza y alma; su valoración sería distinta, incluso más alta, si no procediera de una reina tan elegante, firme y duradera ya, hace seis años, visionada y por siempre amada; ni siquiera, como princesa de ella, logra dar la talla.
“Bienvenidos a la guerra” entre modesta producción argentina, como anfitriona, y chequera estadounidense como visitante secundaria donde, no hay color en la victoria.

Lo mejor, te hace recordar y enfatizar a su inspiradora.
Lo peor; un desbarajusta de argumento para intentar hacer olvidar a la otra.
Nota 5,6


No hay comentarios: