sábado, 14 de mayo de 2016

Corazón gigante

A sus 43 años Fusi es un inadaptado, con sobrepeso, que nunca tuvo una novia y cuyo único interés son las batallas de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), que reproduce en miniatura en el apartamento en el que vive con su madre. Un día recibe un cupón para acudir una escuela de baile, donde conoce a Sjöfn, una mujer solitaria, como él.


Empezar a vivir y no, simplemente, sobrevivir.

¿Cuánto se puede soportar sin estallar?, ¿cuánto se puede dar sin esperar nada a cambio?, ¿cuánto cuesta obtener una porción de vida?
La soledad como coraza para alejarse de relacionarse con nadie, humillaciones y bromas pesadas soportadas, con resignación y silencio, por ser ese raro aparte que no encaja en la rutina costumbrista elegida por la mayoría; dolor y ausencia que se compensan con una comida que aplaca y enmudece a los posibles sentimientos, sufrimiento y decepción, desgana y conformismo como norma de vida cuya amargura, vacío y tristeza apenas se sienten, pues se ha convertido en la piel de uno.
Un personaje único, roto, paralizado, inválido emocionalmente, rodeado de una robótica rutina que cubre las horas y deja pasar los días; se evita pensar, se huye de la esperanza, la ilusión ni asoma la cabeza pues es opaco, está apartado, vive escondido, intenta pasar desapercibido sin esperar nada, sin pedir nada, sin desear nada, únicamente con la petición de que le dejen en paz y le permitan ser infeliz, pues nunca pretendió otra cosa.
Sólo que, un estúpido e inesperado acto, de generosidad no solícita, abre las puertas de ese enclaustrado corazón que, sin esperarlo, vuelve a latir con ganas y apetencia; se cambia el lugar de la comida, se modifica la estancia, ya no importan los hobbies propios, nuevos pensamientos agolpan la razón, el alma idea formas de contentar a la otra persona, los gustos ceden por esa intervención que interrumpe lo cotidiano, y controlado, y altera ese aburrimiento en un no-se-sabe-qué que apetece, agrada, permite ensoñar, configura inesperados anhelos y juega peligrosamente con el espíritu de un
buen hombre que apenas ha vivido, sentido o disfrutado, únicamente sobrevive como puede.
Estupendo Gunnar Jónsson en esa encarnación del incomprendido maltratado, magnífico e ideal como receptor de atropellos consentidos/nunca contestados, que halla un trozo de alegría y ánimo en su quimera descubierta; Dagur Kári presenta una película lenta, desoladora e íntima, que se consume con esa exquisita paciencia de conocer a un solitario arrinconado, rechazado y marginado por ese mal mirar/peor juzgar de quienes nunca se molestan en preguntar, comprender o conocer a quien les rodea; entereza y aguante, desasosiego y malestar, un continuo desvelo de disgustos y desazón que, poco a poco, va virando hacia la animación y entusiasmo de cuidar y preocuparse de otra persona, y olvidarse de la inapetencia desaborida por todo lo nuevo o de fuera del círculo protector elaborado.
Fusi, un corazón gigante, de sensibilidad mayúscula, narrado con un cuidado, tacto, miramiento y aflicción que hacen las delicias e interés de ese peculiar espectador que goza con el encuentro de esa
anónima joya que se centra en los pequeños gestos, en los ínfimos detalles, que apenas necesita de diálogos o palabras de relleno para crear una historia de madurez demorada de quien es bueno, amable y desinteresado, que vive según sus elecciones, al margen de la sentencia de una sociedad injusta e implacable que le golpea y azota sin piedad, mientras resiste y logra hacerse hueco entre tanta incomprensión y ataque despiadado.
Ser diferente, exclusivo, ir a la tuya y no importar nada excepto uno, soportar los tsunamis emocionales, levantarse tras ser arrasado..., cinta no
apta para todos los públicos; a muchos parecerá aburrida, a tantos otros desnutrida, sin embargo, a un particular grupo, un placer la compañía de este enorme, de cuerpo y esencia, que camina con tolerancia y benevolencia y que, sin darse cuenta, obtiene, no lo imaginado, pero si lo suficiente para emprender marcha y hacer viaje pues, se hace camino al andar, y este caminante, sin pretender camino, iniciando su primer paso está.
Observar, sentir, absorber y digerir, dejarla reposar y reflexionar, requisitos que demanda Fusi, un corazón gigante, grande en todos los sentidos.

Lo mejor; su protagonista y la intimidad, calma y andadura de un guión diestro.
Lo peor; sensación anodina si no se logra envolver de su pausado aroma.
Nota 6,5


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