viernes, 3 de junio de 2016

After words

Jane, dama introvertida y ávida lectora, pierde su empleo como bibliotecaria y cae en una depresión. La biblioteca junto con todos sus libros le daban significado a su vida. Jane considera la idea del suicidio y decide que le gustaría ver algún lugar hermoso antes de morir y viaja al país tropical y pintoresco de Costa Rica.


“Pura vida”, si estás dispuesta.

Todos tenemos esos días, incluso épocas, en que la vida parece ir en contra nuestra; cabreo en aumento por la injusticia de turno, real o emotiva, que se ceba con nosotros y lo convierte todo en ese gris presente de mirada áspera, cansada y asfixiante donde nada parece estar en su sitio, donde el error y su herido mal nos consumen.
Todo es un desastre, nada sale como deseas, te esfuerzas y vuelves a darte con la misma piedra, frustración que domina un alma que está triste, no entiende, desespera y se convierte casi en insoportable para si misma.
Somos el blanco personal de los golpes de una puñetera existencia, su macabra diversión que acumula reveses en tu persona hasta crear esa inapetencia crónica, llamada depresión, que va en aumento hasta devorarnos si no se la para a tiempo.
Nulidad anímica de hueca inmensidad, ausencia de ganas por un agotamiento físico que nunca desaparece, ni deja de golpear la sequedad de un espíritu que se desvanece lentamente hasta desfallecer de agonía por no poder respirar con plenitud pulmonar, por haberse quedado sin energía ni motivación ideológica que la despierte.
Pero ahí está el inesperado contacto con el ser
humano, que igual hunde que levanta, que igual inspira que aturde y decepciona; más esa espléndida naturaleza, siempre magnífica y atractiva, siempre cumplidora en su letal bofetada de aire puro, melosa mirada hacia una hermosura que impresiona, hipnotiza y alienta la vuelta de esa circulación coronaria que revive y deshace dolorosos nudos, relaja el alma, abre la mente y cicatriza las heridas de ese sentimental combate propio que tanto pesa en nuestras espaldas.
Siempre disfruto con Oscar Jaenada, actor intenso que se entrega al máximo en todos sus papeles y logra esa comunión exquisita de anularse para plasmar con arte y talento a su personaje, efectividad trabajada que saborea con delicia el vidente que le observa y aprecia con enorme respeto, dado su buen hacer en todos los sentidos; aquí, acompañado en la réplica por la veterana Marcia Gay Harden, en su aventura por tierras americanas aunque, por desgracia, ninguno de ambos, para la ocasión, pueden lucir su demostrada calidad interpretativa, dada la escasez de contenido de sus caracteres, muy básicos y superficiales,
El escrito de Joel Silverman y Juan Feldman, también director, te da la bienvenida con una cálida melodía
que invita a sumergirse y darle una oportunidad al mismo, a saber de su desperdiciada vida y deseo de crear buenos recuerdos antes de partir de ella; esa oculta trampa que, como inesperado huracán, barrerá los planes elegidos para transformar a la propia víctima, aunque en su práctica se reduzca mucho el logro de su efecto en un espectador entretenido, pero apenas colmado.
Leer permite confort y escape, viajar con la mente y emocionarse sin arriesgar las emociones pero, ese poquito antes de marchar, se convierte en un mucho que trae felicidad y relax, sonrisa y alegría de permanecer y volver a ser en compañía, lema que vende sin gracia o seductor estilo nutritivo.
Es una sencilla y agradable historia, muy típica y ligera, sin gran contenido que mencionar que no se adivine por ese estereotipo que manda por encima de otras olvidadas cosas; la necesidad y el encuentro permiten la enseñanza mutua de lo que sabe cada uno, contacto que aliviará y mejorará la identidad de ambos, hasta formar ese equipo en el cual el dueto sale ganando.
After words, tras las palabras queda lo vivido, donde “los buenos momentos no perduran”..., tampoco los
malos, aunque lo olvidemos con facilidad de hábito errado; es tibia, pasajera y confortable, su historia no da para un gran drama ni un recordable romance; se contempla y aprecian sus carencias pero, al tiempo, es fácil dejarse llevar por su liviandad y no ser severa en su sentencia.
No da para mucho, llena el tiempo con su moderación y suavidad campechana; no lucen las palabras de sus diálogos, ni los hechos que ocurren entremedias pero, deja moraleja..., muchas veces el relato llena lo que la vida no aporta, en otras, la personal experiencia no es comparable a la letra impresa.

Lo mejor; descubrir la historia que se esconde tras su sinopsis.
Lo peor; no es para tanto.
Nota 5,4


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