martes, 14 de junio de 2016

Es la jefa

La mujer más rica de América es enviada a prisión al ser encontrada culpable por tráfico de influencias. Tras su salida y lista para renacer como la empresaria favorita de Estados Unidos, se encuentra con que tiene que empezar de cero junto a una antigua empleada suya.


Y sigue viviendo de aquel día que hizo gracia.

Melissa McCarthy ha tenido momentos brillantes donde su repetido personaje bravucón, malsonante, dicharachero y burlón ha sido todo un éxito, risa espontánea, que surgía sin problemas y con enorme facilidad, con su mera presencia y el estridente espectáculo que siempre acompañaba a su personaje.
Pero todo tiene un tope donde la mecha ya no prende, pues se evaporó el gas y ya no queda gasolina para andar y quemar; pólvora chamuscada sin gracia ni tino, reiterativa y cansina es lo que viene ofreciendo en sus últimos trabajos la referida, y cambiar el nombre del recorrido, pero insistir en mismo formato, no ayuda a albergar esperanzas de mejorar las cosas.
Pero bueno, es lo que vende, es la actuación en que se empeña, ya sea porque no domina otra materia, porque no da para otros papeles o porque no tiene alternativa pues, una vez te encasilla el público, difícil es escapar de dicha estela, aunque dicho aprisionamiento se lo haya buscado la susodicha con su insistir, una y otra vez en lo mismo.
Sabes lo que hay, sabes lo que oferta pero, ¡hay que tener cuidado! pues se espera mucho de una comedia, no es un simple colocar chistes sueltos en escenas ridículas, ni tampoco saturar con situaciones extravagantes llevadas a un extremo que provocan el efecto contrario; se requiere más habilidad y esfuerzo, talento y destreza en provocar risa que en manejar cualquier otro género, pues es práctica
conocida que se presenta con más sencillez la emocionada lágrima que la rebuscada carcajada.
Ruidosa y chillona de inicio, malas perspectivas ya de entrada crea; su acostumbrada amenazante grosería, de actuación exagerada, se ha reducido en orden de proporcionar identidad, o algo por el estilo, al elitista personaje que interpreta, resultando que era más llevadera la barriobajera de antes que la sofisticada de ahora.
Conforme rueda y te das cuenta del mediocre interior que ofrece, pasas de atender a lo que dice, y te preguntas por qué luce todo el rato ese ortopédico cuello de cisne, de artificial extravagancia errónea, para parecer más esbelta y creíble, como perteneciente a la jet set o a la clase alta, cuando siempre vendió orgullo de su gordura y de su excéntrico proceder; pero lo que haga falta para estar en el candelero, para estar activa -que no en la cresta- aunque lo logrado siga siendo tan estúpido, malogrado, burdo y patoso como lo último entregado, por esta caricatura de actriz que ya no encuentra la broma oportuna, ni el lenguaje gracioso, para seguir en la cúspide que un día rozó con contundencia.
“El dinero cambia la vida”, aunque, por lo visto, da igual el presupuesto que manejemos, tropezamos de
nuevo con la misma piedra; roca cabezona que no aprende ni a golpes, ni a fracasos obtenidos, que cuenta con un Peter Dinklage que no da para tronos, juegos ni reinados -en esta cinta, por supuesto- y que se exilia al postulado torpe y fallido que lidera la reina.
Y para colmo del despropósito de todo este show, vacío y nulo de cualquier tipo de risa, interés o apetencia, como distracción distendida o pasajera, tenemos a la susodicha aspirante a regresar al ring de los decentes cómicos, como participante de la escritura y de la producción, cosa que en fondo se respeta pues, si ella no cree en sus propuestas ¡quién lo hará!; no una audiencia desengañada que observa como ni de diva, ni sobre maquillada, ni rodeada de
niños, logra dar en la diana.
Actriz divertida en nueva chapuza escénica, tan simple como vulgar; ¿cuándo se detendrá tan mermada noria?, no en esta mofa decepcionante, destinada a consumo familiar, que menosprecia la mínima calidad que niños y mayores demandan, para relajarse y pasar un genial rato o..., al menos bueno, pero ¡ni para eso!
“The boss”, es la jefa..., y ¡así le va!
Baratija insípida.

Lo mejor; ganas de comerse un brownie.
Lo peor; su guión, su excentricidad visual y gran parte del resto.
Nota 4,3


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