domingo, 5 de junio de 2016

Durak (The fool)

Dima Nikitin, es un sencillo y honesto padre de familia que trabaja como fontanero para pagarse los costes de la universidad. Un hombre aparentemente “normal” que decide seguir a su propia conciencia, a su propia sed de integridad, a pesar de las dificultades y la corrupción de un mundo actualmente a la deriva.


“Soy lo que soy”, un honesto plomero.

El mundo al revés, es el primer pensamiento que invade tu cabeza tras esa visión espeluznante e incrédula de un nido de víboras, cueva de ladrones donde todos son vampiros que se devoran unos a otros, en un mezquino ¡sálvese quién pueda! que arrastra una marea de enfrentamiento y culpas mutuas donde la reina nunca cae, los alfiles permanecen sólidos e inmutables y son los peones los sacrificados, en honor a mantener la miseria y podredumbre de una ciudad en la cual la mayoría vive como indigente y mísero ganado, pues no hay ganancia suficiente para todos y sólo unos pocos privilegiados son escogidos de participar de la buena vida, de mente abstraída e integridad no conocida.
Porque ser una buena persona y actuar con decencia tiene un alto coste cuando estás rodeado de tanto corrupto y mangante, porque eres molesto, porque no te vendes, porque eres ¡tan tonto! que te importa la gente y no el beneficio de mirar hacia otra parte; hacer lo correcto y salir vapuleado, no tener amigos ni enemigos pues eres el “levanta-mierda” que no se calla e incordia, que osa tener las manos limpias cuando todas las demás están podridas y se han vendido al lema coger-lo-que-se-pueda-cuando-se-tercie, pues a nadie importa ni nadie mueve una mano por cambiar de penosa costumbre.
Relato duro, cruel e impactante, como el mejor de los Padrinos pero sin tanta elegancia y formalismo ya que hablamos de tierra rusa, con sus leyes no escritas y violencia insertada en la sangre; cine denuncia del sistema gubernamental y administrativo de un país que muere de hambre, se consume

drogado y se pierde entre su brutal impotencia, a cambio de unos mandamases que necesitan que éstos se entretengan con su mediocridad maltrecha para seguir robando, acumulando y disfrutando de ser los escogidos jefes, no un servicial y común, prescindible y anónimo obrero.
Veinte cuatro horas de contracorriente, de auxilio y desesperación por socorrer a inocentes, la ingenuidad de creer poder mejorar las cosas, la inocencia de pensar que la verdad importa y debe ser dicha para que se conozca; una historia tensa y agónica, de gran debate moral, no únicamente a ese nivel de saqueo que queda en las altas esferas, sino también a ese nivel mundano que nos hace compararnos unos a otros y catalogar el valor de las diferentes personas.
Dinero y poder en contraposición a la vagueza del individuo que queda fuera, testimonial cinta, interesante, devoradora y aplastante sobre la sociedad, su división y ese Moisés, héroe inoportuno, que nadie demanda y que se empeña en salvar al pueblo cuando éste está, tan borracho y maltrecho, que ni siquiera le dejan; “vivimos como animales, morimos como animales, porque no somos nadie los unos para los otros”, excepto para ese Mesías
campeador que obedece a su conciencia, a pesar de los avisos y el pago injusto de tal gesta.
Mucha inmundicia y desperdicio, indignidad y saqueo para un argumento feroz, de interpretaciones congeladas y ambiente pordiosero para reflejar la desgracia humana, cuando ésta no existe o es insignificante; bajeza anímica, de desvalida presencia y abandono perpetuo, al lado de la codicia, la ambición y la impunidad de librarse, mientras otros acarrean la condena.
Un retrato inclemente y sanguinario en sus emociones, violento y atroz en su lenguaje, triste y desolador en su escenario, sobrecoge y conmociona, deja recuerdo de huella densa por ser despiadada a nivel político, familiar y vecinal, su presionada
barbarie abarca diferentes estatus de una subsistencia que intenta hacer oídos sordos a la mugre generalizada y nadar en dirección propia, aunque todos vayan según dicte el torrente del río putrefacto.
Seca e intransigente, con excelente mínimos, deja claro el concepto.


Lo mejor; el devorador argumento, emocional melodía y áspera realización de Yuri Bykov.
Lo peor; hay mucho más que contar.
Nota 6,7


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