sábado, 30 de julio de 2016

Moonwalkers

¿Y si el Apollo 11 nunca hubiese llegado a la luna? ¿Y si fue Kubrick quien rodó la llegada del hombre a la luna en un estudio? En el Londres de los años sesenta, un agente de la CIA intentará sin éxito encontrar a Kubrick; en cambio, se juntará con un penoso mánager musical.


“El hombre camino por la Luna”..., ¿seguro de eso?

¿Por dónde empezar?, ¿qué analizar primero?, ¿por dónde comenzar a describir esta destartalada jarana, de desbarajuste en aumento?..., sinopsis loca de un despropósito de argumento, divertida, surrealista y psicodélica, cuyo compás es un desastroso derrame de frenesí cómico, caótico y trastornado que se mueve cual lioso guión, de pies y cabeza lógica, pero cuyo dicharachero rumbo se tuerce hacia el desmadre urgente de un montón de perdedores, que juegan al vagueo malabarista para salir al paso del accidente provocado.
Porque todo es un estropicio de infortunios y violentos atropellos que intentan esquivarse, imponerse y dominar el espacio, contratiempos imprevistos, de precipio elevado, para saltar sin paracaídas y caer en nuevo percance de desgracia, aún pero si es posible; auténtico embrollo lunático, cuya esquizofrenia reina perpetuamente en el ambiente, como compañero fiel y necesario para representar tal desparrame de malogradas intenciones, cuyos majaretas apalabrados resuenan cual simpático y descontrolado chiflado, imposible de predecir y controlar.
Majadería de golpes, tiros y sangre por doquier, como complemento de ese absurdo universo que pretende llegar a la luna desde un postizo Londres lleno de frikies y rallados mentales; una misión, un error identificativo y mucho dinero perdido, un proyecto, un agente de la CIA con temblores de mano, una cutre banda de rock y un mánager mentiroso que sólo quiere que algo le salga bien, más esos desternillantes amigos que montan un
intrépido y fortuito rodeo donde nadie se salva de la idiotez, el espanto, la resaca, la fantasmada y la regresión ensoñada de quien permanece en realidad artificial, mucho más llevadera y gratificante.
Excelente guión, de combinación maestre en su calamitoso cuerpo, cuyo latente y juerguista espíritu se mantiene indemne y en acelerada progresión hacia la risa, la burla, la ridiculez y la desmesurada fiesta de un galimatías y embrollo que no parecen tener fin ni vergüenza, en su recreación esperpéntica.
La diversión está garantizada, pues tiene la guasa como seudónimo incorregible, el alboroto como etiqueta, el cachondeo como esencia, el desparpajo y la burrada como mira, la frustración como reguero que lo invade todo con su perturbada áurea de sonrisa puesta en tu rostro; disparatados adictos encabezados por Rupert Grint, superado amigo de Harry Potter, y un genial Ron Perlman, cuyo porte es impagable para rematar con firmeza macabra este revoltijo de todo y nada, que te lleva directo a un fantástico pasatiempo de perturbada memez y
estupendo resultado para tus ilusiones colmadas y tu satisfacción plena.
La eterna leyenda. sobre la verdad o falsedad del hombre pisando la luna, como excusa para un torrido y disparatado recreo de ilustre composición; no falla, da de pleno en la diana de esa yonqui carcajada, natural y espontánea, ante tanta adrenalina sin rumbo ni marcaje.
Disfrútala, es única en su drogata fórmula para entretener y contentar.
Lo que se perdió el Apolo 11 por el espacio, cuando su tripulación se podía haber quedado en un estudio londinense y ¡habérselo pasado en grande!... tú, sin duda, lo haces.

Lo mejor; su destartalado y brillante guión.
Lo peor; perderse su risueña diversión.
Nota 6,7


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