miércoles, 10 de agosto de 2016

Cegados por el sol

Libre remake de “La piscina” (Jacques Deray, 1969), centrado en el complejo y progresivamente siniestro juego de relaciones que forman una estrella de rock recuperándose de una operación a orillas del Mediterráneo junto a su pareja, su antiguo representante y su joven hija Penélope.


Un sol que no podría derretir ni las alas de Ícaro, pues no ciega su tueste.

Personas sanas físicamente -que no emocionalmente- que se exceden en sus límites y rememoran la enfermedad de la que una vez hicieron gala, conocer los riesgos de cruzar la línea pero dejarse seducir y entusiasmar con la idea de ese exclusivo e intenso momento en que lo prohibido se abraza para ser malo, irresponsable y disfrutar del placer de llevarlo a cabo..., fuera prevención e inteligencia de no dejarse dominar por la lujuria y el deseo.
¡Qué tormento el ser feliz!, ¡qué grosero estar juntos y enamorados!, ¡qué agobio de dicha completa!, pues sólo cabe el derrumbe cuando se está en la cúspide, la pérdida tras la plenitud poseída..., o ¿cabe el mantenimiento de condiciones, a pesar de la inestabilidad que rodea y hace peligrar a las variables?
La tragedia merodea por el ambiente, cual serpiente venenosa que anticipa el desmadre y los problemas, actualidad calmada que rivaliza con el recuerdo de un pasado turbulento y suculento, que poseía esa delicia del goce dañino auto infringido, ya supuestamente superado.
“¿Estás esperando una reacción o algo? No pierdas tu tiempo”, pues todos están a observar el magnífico
baile coreográfico y verbal que se marca un estupendo Ralph Phiennes, agotador e hipnótico, impertinente y afilado como bufón lleno de pólvora con claro destino, toda una metralleta de verborrea incesante que busca domar y recuperar a la dama silenciosa, al tiempo que presenta ese apetitoso anzuelo a un contrincante, duro y firme, que no cede a la tentación de las adicciones.
Sabes a que juega este grupo de amigos, sus argucias dicharacheras, de cordialidad mutua, no engañan en sus propósitos, simpatía y benevolencia compartida que esconde lo insoportable de su compañía; todos participan, cada uno en su rol establecido de lesionado camino, unos más dispuestos a jugar/otros se dejan llevar pero, ninguno se salva de anticipar el destino y aceptar lo que de él se desprenda.
Una tierra paradisíaca, de maravillosa fotografía, que respira festividad, relajación y un toque de locura según las circunstancias tercien, que aquí tienen una finalidad tóxica y caprichosa de quien, con desesperación, busca y quiere lo que tenía.
Una película de Luca Guadagnino, moderada, cálida y
detallada en cada escena filmada; el paso del tiempo y los cambios de personalidad que éste otorga, la identidad individual junto a la poseída socialmente en grupo, o íntimamente en pareja, los estragos del remordimiento, de los errores, así como los aciertos y sus beneficios sólidos y vulnerables..., un conjunto de sensaciones y sentimientos que salen a la luz en ese forzado encuentro de vacaciones, entre quienes se conocen y pecan de manejar egoístamente sus debilidades.
Hermosos planos lejanos, combinados con la meticulosidad de la cercanía corporal del detalle, carácter a cuatro bandas para la regresión, el lamento, la osadía y el miedo de seguir viviendo con lo optado.
Erotismo interior y extrovertido que no logra engatusar fervientemente a la audiencia; Tilda Swinton es toda energía de indagadora mirada, Matthias Schoenaerts le acompaña correctamente en
la amante réplica y, Dakota Johnson ¡estará de moda!, pero sigue con esa sosería interpretativa que no transmite nada.
No te aburres pero tampoco deslumbra, su amigable afectividad transcurre por los cauces esperados, sin despertar gran encanto o fascinación por sus hechos; un moderado letargo hasta la llegada de la desdicha, donde lucen la estrella del rock y sus dos pretendientes pero, cuyo guión se apoya demasiado en la distensión y la charla coloquial, olvidando afianzar el embrujo de la fatalidad venidera.
“Cegados por el sol” ante “La piscina”, apropiado remake que se contiene en exceso, no explotando de forma poderosa e impredecible el salvajismo volcánico de sus emociones; demasiado gentil y cortés en su inmadurez metafórica, de magnetismo acallado.
Un chapoteo poco incitador..., más bien tirando a cliché convencional, que a incendio provocador.

Lo mejor; Ralph Phiennes y el bello paisaje que enmarca su portentosa actuación.
Lo peor; Dakota Johnson y su eterno pose de nulo contenido.
Nota 6,3


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