martes, 6 de septiembre de 2016

Ashby

Un chico de diecisiete años de edad, Ed Wallis, comienza una amistad con su vecino, Ashby, un asesino de la CIA retirado que sólo tiene unos pocos meses de vida, y que antes de morir quiere redimirse matando a sus antiguos jefes.


Suave conducción emocional.

Comedia ligera, para pasar el rato y distraer de un día pesado, ¡veremos si funciona!..., aprobado es el resultado.
Bonita aunque floja, de pretensión exasperante pero cándida en su fondo, no mata a nadie con su desparpajo y osadía, únicamente lo suficiente para distraer con soltura como pasatiempo moderado, donde volvemos a los clásicos de aulas, de novias, de padres irresponsables, del emblemático fútbol americano y de un chaval con cerebro y sensibilidad que debe lidiar con sus problemas adolescentes, al tiempo que cuida de una desesperada madre y conoce a un enigmático anciano, creativo vendedor de lo que se invente.
Mickey Rourke, increíble la decadencia personal a la que ha llegado, a la cual puede sacarle partido en su esporádico trabajo como actor, pues su deteriorado e insondable físico es ideal para ciertos papeles; y aquí hace un trabajo honesto, íntegro y sincero en su redención y vuelta a la contundente interpretación, en ese demoledor estado de moribundo ánimo, en ese ser extravagante, devastado y desvergonzado de todo que crea una curiosa amistad con su vecino novato, quien tiene problemas de integración en su nuevo instituto, en pleno proceso de crecimiento
hacia la responsable madurez, que ya anticipa y vive obligado.
Está maravilloso y espléndido, arrebatador y enormemente sugestivo, cautiva tu mirada y oídos con sencillez atractiva, en esa típica historia de adolescente inadaptado que logra superar sus miedos y acaparar triunfos, con la peculiar motivante compañía de un asesino del estado viviendo a su lado, vecino de pocas palabras que aconseja a un irritante pero querido crío.
Pequeñas victorias para demostrar que se es un hombre, aprender a recibir golpes y no tener miedo a la vida, a sus desilusiones y alegrías, a sus aciertos y errores, pues estos últimos se enmiendan para celebrar, junto a los primeros, que se es un decente tipo que hace lo que puede.
Nat Wolff es ideal para ese personaje de indefensa
víctima, incómodo y torpe en su expuesta situación, que halla coraje y da en el pleno únicamente con la habilidad de ser el mismo y las armas de gustarse pase lo que pase; dinámica, jovial, de tiempo adecuado para lo que pretende contar, con esa tibieza argumentativa, de alguna ocasional perla dialéctica, que se disfruta con discreción y comodidad de acierto.
Dirigida por Tony McNamara, habitual director de televisión, está enfocada hacia dicho formato, común pero sobria, de interés medio alto a cargo de las serenas y cuidadas actuaciones de sus miembros, a quien se une la joven Enma Roberts (sobrina de Julia Roberts) y Sarah Silverman.
Humana, social y entrañable, divertida en su tono
romántico, en su duro aprendizaje, en su fidelidad descubierta, espíritu sano de amistad y afianzamiento de la persona a través de las esperanzas, deseos y actos llevados a cabo; drama cordial y amable, de ligereza en su enfoque cómico y trágico, un poco ñoña, muy dicharachera, sin enturbiar su alegre y agradable esencia.
“17 velas” con todo por delante por descubrir y soñar, una pequeña pieza de lograda victoria para esta cinta.
Y no hay más que decir, como ella misma dice, “sin grandes despedidas”, únicamente el cariño de conocernos y el recuerdo de la visita.

Lo mejor; sus intérpretes y simpatía de querencia.
Lo peor; su mesurado planteamiento.
Nota 5,6



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